Niñas criando niños

Mientras no se ponga un especial énfasis en la educación de las niñas el ciclo del estancamiento cultural y la pobreza no podrá ser superado.

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26 August 2016

De acuerdo a un estudio presentado por Unicef en 2014 en El Salvador, el 30 por ciento de los embarazos se dan en niñas y adolescentes, muchos en menores de 15 años. 1,540 embarazos en el año 2013. La situación no debe de haber cambiado mucho desde entonces. Niñas criando niños. Es un panorama sombrío pues afecta el potencial desarrollo social de este grupo. Las adolescentes embarazadas con mucha probabilidad dejarán la escuela, se dedicarán por un tiempo a labores domésticas y eventualmente engrosarán la masa de obreras no calificadas o se dedicarán al trabajo informal. Serán, en su mayoría, madres solteras que poca formación darán a sus hijos. El ciclo se repetirá y se convertirán en abuelas a los 26 años, condenadas a permanecer en la pobreza y a llevar a sus hijos al mismo destino.

En muchas zonas del país, especialmente en los lugares menos favorecidos, esto se ve como algo normal, esperado. Claro, si lo ven en sus familiares, en sus comunidades, es natural que perciban esta situación como normal. Esa es la expectativa de vida que tienen, y la percepción se trasmite como una herencia. Puede que una adolescente tenga la madurez biológica para engendrar pero dista mucho de tener la madurez mental y social. Y la sociedad en su conjunto se ve afectada pues la pobreza es una carga que pesa sobre todos.

Está plenamente corroborado que el riesgo de embarazos en adolescentes es inversamente proporcional al nivel educativo que hayan alcanzado. En otras palabras con cada año que las adolescentes reciben educación formal es menor el riesgo de que se embaracen. Asimismo mientras mejor es la calidad de la educación menor el riesgo. Pues no solo es ir a la escuela (donde hasta pueden conocer al muchacho que las embarace) sino a una buena escuela. Y una buena escuela, además de infraestructura, requiere buenos maestros.

La educación en general pero especialmente la educación en las niñas es un factor crucial para las posibilidades de desarrollo de un país. Es estratégico. Una niña que se educa adecuadamente llegará a ser una mujer que también se va a interesar por la educación de sus hijos. Se convierte en una potenciadora. 

La tarea sin embargo no es fácil. Se debe luchar contra estigmas y prejuicios muy arraigados en la población. La idea de que las niñas deben ayudar a sus madres en el hogar o que solo necesitan formación básica debe transformarse. 

Es interesante una encuesta realizada en una escuela rural del país, en la que se preguntó a las niñas cuál era el orden de sus metas. Cuatro eran las posibles respuestas: “educarme”, “graduarme”, “trabajar” y “acompañarme” (casarme). Pocas pusieron sus prioridades en este orden, y el “acompañarme o casarme” con frecuencia estuvo entre sus primeros dos objetivos o en el segundo y tercero. Los resultados son clara evidencia de las razones de nuestra situación.

Se tiene que trabajar mucho en la educación de las niñas. Escuelas con maestros capacitados, que motiven a las niñas a alcanzar el mayor nivel académico posible, y que sean asimismo capaces de influir en los padres para transformar una mentalidad que ya no tiene razón en estos tiempos, es algo esencial.

Mientras no se ponga un especial énfasis en la educación de las niñas el ciclo del estancamiento cultural y la pobreza no podrá ser superado. Seguiremos viendo con demasiada frecuencia niñas criando niños y un futuro sombrío. 

*Médico siquiatra y 
columnista de EL Diario de Hoy.