Bájele un poco, señor Funes

A esta clase de locuacidad, el dramaturgo Aristófanes la tildaba irónicamente como “voces vulgares, presuntuosas, de una boca sin freno e incontinente”.

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27 August 2016

Dicen que la mejor defensa es el ataque y Mauricio Funes se lo ha tomado en serio. Durante los últimos días, en los que la Fiscalía ha realizado allanamientos que le han afectado, hemos visto cómo, atrincherado en su cuenta de Twitter, lanza comentarios incendiarios, viscerales y un tanto imprudentes. 

En sus tuits, Funes acusa de delitos a personas, a veces con nombre y apellido. En todo caso, si tiene pruebas, debería facilitarlas a la Fiscalía y denunciarlas como está previsto, porque imputar delitos precisos y en hechos concretos, puede ser calumnia. 
Para muestra, algunos ejemplos. 

Cuando Funes reaccionó ante las deplorables palabras de Jorge Velado -en las que decía que esperaba ver al exmandatario en la misma celda que estuvo Francisco Flores-, le acusó de “ayudar a un grupo empresarial a evadir impuestos”. Si esto es verdad, ¿por qué no lo fundamenta con evidencias? ¿De qué empresarios está hablando? ¿Por qué no aprovechó su periodo de gobierno para eliminar estas prácticas deshonestas?

En otros tuits se refiere a un legislador como el “diputado pedófilo”. Si tiene la osadía para llamar a alguien de este modo, supongo que posee pruebas suficientes para hacerlo. Igual que el punto anterior, si hay evidencias, que las presente. Pero atribuir esta clase de comportamiento solo por chambre o por destruir la reputación de una persona, es grave. 

Por otra parte, el expresidente dice que algunas de las armas encontradas en los allanamientos fueron obsequios de la Fuerza Armada y de la PNC. ¿Desde cuándo estas instituciones hacen estos regalos al Presidente, teniendo en cuenta que estamos en un país que afronta graves problemas de inseguridad y que no sobra el dinero para permitirse este tipo de “generosidad”? ¿Fueron compradas con fondos públicos y, por tanto, del bolsillo de los salvadoreños? Esta afirmación debería de ser motivo suficiente para investigar si efectivamente fue así y qué lo justificó. 

Cuando el periodista Carlos Chamorro le preguntó qué hacía en Nicaragua, le respondió que “a entrometidos no tengo por qué revelarles mi contrato de trabajo”. Chamorro le dijo que se entrometía porque le había visto “con dos escoltas policiales del régimen”. Cuando hay fondos públicos de por medio, la cuestión se vuelve de interés general y justifica que un periodista haga estas preguntas. ¿Acaso Funes no lo hacía en su pasado periodístico? 

Con todo esto, está claro que el comportamiento humano no cambia mucho a lo largo del tiempo. Recientemente leí un artículo en el que se abordaba el tema de la demagogia en la cuna de la democracia. 

Hablando sobre Cleón, quien asumió el liderazgo de la Asamblea ateniense después de la muerte de Pericles, se explica que él “gozaba de una alta influencia entre algunos sectores, pero su presencia y actuación vulgar lo llevó a un choque con el sistema político en general porque (…) hablaba con un estilo rudo y agresivo, y recurría a nuevos métodos para (…) establecerse en la arena pública”. 

Cleón era un experto en argumentar con palabras vacías, sin contenido, como es tan característico del populismo, el cual introdujo por la vía de la demagogia. A esta clase de locuacidad, el dramaturgo Aristófanes la tildaba irónicamente como “voces vulgares, presuntuosas, de una boca sin freno e incontinente”. 

Señor Funes, mejor bájele un poco y mida lo que dice. Preferiría que se guarde las palabras que lanza a través de Twitter y se prepare bien para su defensa (en caso proceda la investigación y llegue a los tribunales), porque en una corte, 140 caracteres no son suficientes. 
Esperamos verlo pronto de regreso en El Salvador. 


*Periodista. 
jaime.oriani@eldiariodehoy.com