Libertad, igualdad y fraternidad, pero no para todos

Qué miedo da la progresivísima Francia, la liberal, egalitaria y fraternal, con su retroceso a las peores épocas de la persecución religiosa. Por suerte, en esta persecución no ha habido aún sangre o inquisiciones

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28 August 2016

Francia se robó la atención de los medios de comunicación la semana pasada y por las peores razones. Se volvieron virales las imágenes de agentes policiales franceses que mientras patrullaban una playa hicieron cumplir la ley local a una de las vacacionantes. La ley, que aplica a varias localidades francesas, es la última en la sarta de estupideces legislativas que están plagando varias esquinas de Europa como consecuencia en el alza de nacionalismo e islamofobia. Esta ley era además extremadamente sexista, puesto que específicamente prohíbe a las mujeres el uso del “burkini” en las playas en las que aplica.

El “burkini”, por si no vio los Juegos Olímpicos de Río, es el atuendo con el que algunas musulmanas deciden vestirse en la playa. Es resistente al agua, y  así como la burka, solo deja visible la cara. Las musulmanas no son las únicas personas en el mundo que escogen cierto tipo de atuendos por razones religiosas. Quien interpreta la burka como evidencia de religiosidad retrógrada y no como una decisión derivada de la libertad de culto, y no aplica los mismos principios a los hábitos y sotanas de tantas órdenes religiosas, tiene un problema de consistencia. 

En Francia, el populismo nacionalista que anda en voga (y que empieza a sonar en otros lugares del mundo gracias a los demagogos que han visto en el miedo un excelente trampolín electoral) ha llevado a legalizar los prejuicios y la islamofobia. El miedo causado por recientes actos terroristas ha llevado a los políticos y a muchos miembros de la prensa a demonizar al islam y a todos los musulmanes, una falacia argumental tan equivocada como decir que todos los salvadoreños pertenecen a las maras porque los miembros más conocidos son salvadoreños. Que la burka es una “provocación”, dijeron las autoridades para justificar el absurdo legislativo, sonando bastante similares a quienes culpan de violaciones a la víctima por “provocar” con su falda.
 
Qué miedo da la progresivísima Francia, la liberal, egalitaria y fraternal, con su retroceso a las peores épocas de la persecución religiosa. Por suerte, en esta persecución no ha habido aún sangre o inquisiciones, solamente el soberano ridículo que protagonizaron las autoridades francesas en las redes sociales. Quedó en evidencia lo absurdo de la ley cuando un par de motociclistas (vestidos de cabeza a los pies con sus trajes de pilotos) se echaron a tomar el sol, cubiertos lo mismo que una musulmana en burkini. La ley no les aplicaba, no eran mujeres ni sus trajes de moto eran parte de la manera como deciden expresar su religión.

Por suerte, la corte administrativa de mayor jerarquía invalidó la absurda prohibición, diciendo en su sentencia que los alcaldes habían abusado de su poder y con su prohibición habían infringido las más fundamentales libertades. En la sentencia, recordaron a los funcionarios que las libertades solo pueden restringirse cuando afectan a los demás. 

Sin embargo, el daño está hecho: durante los días en que estuvo en vigencia, quedó demostrado que para quienes ejercen el poder, la igualdad, libertad y fraternidad solo aplica para algunos y bajo condición. La condición, aparentemente, es que tengan las mismas creencias, o el mismo color de piel. El argumento de que las creencias musulmanas les ordenan cometer actos terroristas, es tan ignorante como decir que el Ku Klux Klan es una expresión representativa del cristianismo sureño de los Estados Unidos.
 

  


*Lic. en derecho de ESEN 
con maestría en Políticas Públicas 
de Georgetown University.
Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg