La revolución es el verdadero opio del pueblo

La justificación de las posturas marxistas se presenta como un “estar de lado de los pobres”, “vivir cerca de los pobres”, buscar su superación. Pero, de nuevo, se cae en un grave engaño.

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Por Mirna Navarrete

13 July 2017

"La revolución, no la religión, es el opio del pueblo”, una frase que se atribuyó en una época al político y guerrillero brasileño Carlos Marighella, expone el embrutecimiento de masas que caen bajo la influencia de esquemas que rápidamente los esclavizan.

Y ese opio ha llevado a muchos marxistas a utilizar el Evangelio y los púlpitos para servir a su causa, generando entre otras cosas la “teología de la liberación”, para dividir familias y llevar a sus miembros a empuñar las armas manipulando la Biblia.

La amenaza que ha significado desde hace mucho ese maridaje entre grupos anárquicos y presuntos religiosos --haciendo la salvedad de que hay numerosos pastores que con devoción y sacrificio son guías nobles de sus rebaños-- propició la separación entre Estado e Iglesia en 1841, llevando a los cinco países centroamericanos a adherirse a un principio de la civilización occidental y estableciendo una clara división, pese a lo cual El Salvador reconoce la suprema majestad de Dios en el lema de su bandera: Dios, Unión y Libertad. Y son esos tres principios los que deben guiar nuestros actos y protegernos de la barbarie.

Por su parte, el canónigo Mueller, autor de una imponente obra del siglo XX sobre el cristianismo, aun sintiendo cierta admiración por las izquierdas, las condena... “Mueller comprendió el profundo fracaso de las revoluciones y vio que “no es la religión, sino la revolución, el opio del pueblo”. Pero tampoco se trata, desde luego, de falta de compromiso, de ligereza o desentendimiento. Nada más lejos para quien se tomó desde un primer momento todo tan a pecho, tan a la tremenda e indagó en cada cosa haciendo de esa indagación carne propia, tiempo de su tiempo vital y penalidad de su peripecia”.

Primero quieren arrasar con todo

para luego “construir el socialismo”

La justificación de las posturas marxistas se presenta como un “estar de lado de los pobres”, “vivir cerca de los pobres”, buscar su superación. Pero, de nuevo, se cae en un grave engaño, pues no hay pobrezas más profundas y tan sin esperanza, que las pobrezas generadas por el socialismo, como lo demuestra el fracaso económico de Cuba, que ha pasado mendigando ayudas durante toda su existencia, y el fracaso actual del madurismo/chavismo, que ha sumido a Venezuela en una tragedia humanitaria sin precedentes en América, dejando a la mayoría de la población sin bienes esenciales, desde medicinas hasta pan.

Pero aun teniendo a la vista el desastre, muchos de esos marxistas o se niegan a ver lo que tienen frente a sus ojos, o lo califican como una necesaria transición, la de “tierra arrasada” al estilo de los jemeres rojos de Camboya, sobre la cual va a erigirse la “sociedad sin clases de perfecto bienestar”.

¿Pero quiénes quieren ser la “generación perdida”, la que sirve de peldaño (en la teoría) a los bienaventurados que vivirán en verdes vergeles donde correrán ríos de leche y miel?