Políticas económicas y sociales

Si queremos que el país crezca y se desarrolle, necesitamos invertir muy fuertemente en la formación de capital humano, principalmente en educación y en salud. Por supuesto, no se trata de cualquier educación, sino de una que integre a nuestros ciudadanos en la nueva economía.

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Por Mirna Navarrete

13 July 2017

La revolución tecnológica que estamos viviendo está transformando la vida entera, incluyendo las políticas económicas que son necesarias para asegurar el desarrollo del país. Estamos seguros de que estas nuevas tecnologías, basadas en el matrimonio de las computadoras y las comunicaciones, han lanzado una revolución porque han cambiado la dirección del progreso. La Revolución Industrial, que creó el mundo moderno empezando en Inglaterra a fines del siglo XVIII, estaba orientada a multiplicar el poder del músculo. La Revolución de la Conectividad, o la Revolución de la Información, como también es llamada, está orientada a multiplicar el poder de la mente.

A nadie le escapan los cambios enormes que las nuevas tecnologías han introducido en los comportamientos de las personas. Igual han cambiado la manera en la que se comportan las empresas en el mundo desarrollado. La conexión entre las computadoras y las comunicaciones ha permitido la coordinación de tareas complejas a distancia y de una manera instantánea. Esto ha revolucionado al mundo de maneras que benefician a los países en desarrollo.

Durante la Revolución Industrial la fábrica de cualquier producto tenía que estar toda localizada en un único lugar porque la producción podía coordinarse sólo si todas las actividades estaban en el mismo terreno. Hoy la coordinación puede realizarse a distancia, y esto permitió que las empresas pudieran partir sus líneas de producción, pasando las que producían partes sencillas del producto, que no requieren habilidades especiales, a países en desarrollo, en donde los salarios son más bajos, y dejando en los países desarrollados las tareas que requerían el trabajo de personal especializado que sólo se obtiene en esos países. Esto llevó a los encadenamientos productivos internacionales que ahora dominan la producción mundial.

Esta nueva organización permite que los países que quieren integrarse a la revolución lo puedan hacer a cualquier nivel de sofisticación, produciendo cosas muy sencillas con personal con poca educación, con bajos valores agregados, o cosas muy complejas de alto valor con personal altamente calificado. De esta forma, la proyección económica de un país se ha convertido en una función directa de la educación de su gente —lo que se llama el capital humano. Ahora se ha vuelto más obvio que los países ricos son ricos porque tienen gente educada, y los pobres son pobres porque su gente no tiene educación. Se ha vuelto obvio también que en el largo plazo las políticas sociales que aumentan el capital humano se han convertido en las políticas económicas más importantes.

La implicación para nuestro país, que tiene un bajo nivel de educación, es muy clara. Si queremos que el país crezca y se desarrolle necesitamos invertir muy fuertemente en la formación de capital humano, principalmente en educación y en salud. Por supuesto, no se trata de cualquier educación sino de una que integre a nuestros ciudadanos en la nueva economía. Esto requiere fortalecer algunas áreas tradicionales —tales como matemáticas, ciencias e ingenierías— y también algunas nuevas que se están convirtiendo en claves en el mundo moderno —tales como el desarrollo de la capacidad para trabajar en equipo, de las habilidades creativas, de la inteligencia emocional y del pensamiento crítico.

El cambio que se necesita es enorme, pero las mismas tecnologías de punta están facilitando la prestación de la educación y de los servicios de salud, volviéndolos más baratos y más efectivos. El tema de la inversión en capital humano debe abordarse con objetivos muy claros de lo que se debe lograr para mejorar el ingreso de los salvadoreños, y con criterios de eficiencia de Primer Mundo. Hay países como Finlandia y ahora Polonia que han logrado estos saltos de calidad teniendo muy claro que el deber del gobierno tiene que ser ayudar al individuo para que se desarrolle. El tema pasa por preparar mejor a los maestros y al personal de salud para que funcionen como funcionan los equipos en los países del Primer Mundo, y por prepararse para pagar los sueldos que son consistentes con esa calidad, y sólo cuando esa calidad exista. Sólo así podremos romper los círculos viciosos del subdesarrollo.

*Máster en Economía

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.