El claroscuro salvadoreño

Los rasgos contradictorios de las situaciones más polémicas y complejas que estamos viviendo dominan el ámbito político, el socio-económico y el cultural. Hay ejemplos notables en donde se dan estos grandes contrastes de luz y sombra.

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29 August 2016

El claroscuro es la pincelada de nuestra vida política y social en el país. La técnica de pintura conocida como “chiaroscuro” y proveniente del italiano, consiste en el uso de contrastes entre la luz y las sombras, técnica que muchos políticos aplican con gran agilidad al cuadro maestro de El Salvador. Los rasgos contradictorios de la situaciones más polémicas y complejas que estamos viviendo  dominan el ámbito político, el socio-económico y el cultural. Hay ejemplos notables en donde se dan estos grandes contrastes de luz y sombra.

Las descalificaciones, las calumnias e, incluso, las amenazas contra la Sala de lo Constitucional por parte de políticos y representantes de la Asamblea y del Ejecutivo son inaceptables porque son una muestra clara de que existen frenos a la institucionalidad, base de la democracia. La división e independencia de los poderes del Estado y su balance es el único camino para lograr nuestras aspiraciones de democracia plena. La independencia demostrada por la Sala Constitucional actual y el protagonismo de la ciudadanía es y será la luz más fuerte que iluminará ese camino.

La corrupción arraigada en el estamento judicial impide que se rompa el círculo perverso del delito y la impunidad. La falta de apoyo a la Fiscalía por parte de otras instituciones estatales, reflejada, por ejemplo, en limitados recursos financieros para que lleve a cabo sus funciones, es un claro desafío al avance de la institucionalidad y la justicia. La luz en el caso de la Fiscalía es la creciente independencia en la lucha contra la corrupción a todos los niveles que está demostrando la actual gestión, ampliamente apoyada por la sociedad civil, la comunidad internacional y, sobretodo, por la población en general, especialmente la que no sigue “lineamientos” partidistas.

El necesario Pacto Fiscal parece ser hoy más un desiderátum que una realidad, porque se ha convertido en un “posible acuerdo” reclamado por los políticos, en donde todos parecen dispuestos a convenir, pero cuyos cálculos e intereses partidistas puestos por delante de las necesidades ciudadanas les hacen perder la brújula. Por otro lado, está la luz que refleja la necesidad, compartida por una gran parte de los salvadoreños, de materializar este acuerdo con una visión de futuro del desarrollo del país, que al fin establezca las bases de un crecimiento económico sostenible, de la creación de empleos formales y de calidad, y de oportunidades para la juventud más allá de la migración y las pandillas.

Tenemos la oportunidad de encauzar el desarrollo de El Salvador en la vía democrática. Para lograrlo se requiere de una renovación política y de la superación del enfrentamiento partidista. La sombra que oscurece nuestro camino en este ámbito es la del prisma ideológico radical que le impide a nuestros dirigentes discernir cual es la fórmula que mejor garantiza la consecución de estos objetivos de mayor desarrollo, fortalecimiento institucional y progreso democrático. No creo que la mayoría de los salvadoreños pensemos que dicha fórmula se encuentre en Cuba, Nicaragua o Venezuela. La luz en este campo la constituyen las señales de democratización interna y regeneración de las cúpulas partidistas que, por ahora, sólo parecen darse en el partido ARENA; esperaríamos que esto suceda en todo el sistema político.

Ante este cuadro maestro del claroscuro, el escenario de unos “Acuerdos de Paz 2”, no debe ser utilizado como una táctica política en época ya preelectoral. Los ciudadanos estuvimos al margen de los Acuerdos de Paz del 92. En la víspera de su XXV aniversario, y si como país le apostamos a unos “Acuerdos 2”, se deberán tener en cuenta las exigencias y demandas de la ciudadanía para construir una mejor vida política y un marco socioeconómico que nos beneficie a todos. Esto requerirá soltar las anclas del pasado, integrar a nuevos actores políticos y dar mayor peso a la sociedad civil que represente a la modernidad y la aspiración de la justicia social. Sólo así podemos esperar que el “chiaroscuro” salvadoreño no derive hacia el “tenebrismo”.
 

*Columnista de El Diario de Hoy.
@cavalosb