Una extraordinaria exposición “La pintura del Renacimiento en Venecia” puede verse en el museo Thyssen de Madrid, abierta hasta el 24 de septiembre.
El Renacimiento marca la época de mayor esplendor de Venecia, lo que irónicamente coincide con el inicio de su decadencia al descubrirse América y las nuevas rutas hacia el Oriente, que rompieron el control del comercio de las especias manejado en gran medida por los venecianos.
Del Oriente llegaban a Europa la pimienta, la canela, hierbas y semillas con que se preservaba la carne en embutidos, las neveras de esa época.
La exposición tiene una obra emblema, un joven caballero en su armadura pintado por Vittore Carpaccio, el pintor del ciclo de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, que llevó a un humorista español, Enrique Jardiel Poncela, a preguntarse “¿y es que alguna vez hubo once mil vírgenes?”... pero allí pueden verse ellas en los cuadros conservados en la galería de la Academia de Venecia.
No termina allí lo de Carpaccio y el mundo contemporáneo. En los Años Veinte del siglo pasado, el dueño de Harrys Bar, una institución de la ciudad, amigo de Hemingway, ofreció a sus parroquianos un plato “muy delicioso”: carne de res cortada en muy finas lascas y aderezada con un toque de aceite de oliva y virutas de queso parmesano.
¿Cómo se llama esta exquisitez? -preguntó uno de los clientes.
La respuesta fue inmediata, pues en ese momento había una exposición dedicada a Carpaccio.
-Carpaccio -respondió Harry. Y por Carpaccio se le conoce al día de hoy en el paraíso de la gastronomía.
Madrid tiene muchos museos permanentes comenzando por el Prado, monumentos, el Palacio Real, la Zarzuela, la casa-museo del pintor Sorolla, la Puerta de Alcalá y el Casón del Buen Retiro, la Plaza Mayor... no se puede dejar de contar.
Pero las exposiciones son una manera de ampliar los horizontes visuales de madrileños y visitantes, de la misma manera como el museo Marte en San Salvador presenta cada cierto tiempo una muestra de pintores o escultores.
Cada vez que se recorre un museo “con los ojos del espíritu abiertos”, se descubre algo nuevo en lo que es nuevo o ya se ha visto.
Carpaccio, sus Once Mil Vírgenes y su “muy deliciosa” creación gastronómica
Los grandes renacentistas venecianos están todos expuestos, desde Ticiano, que ejerció una enorme influencia artística y política sobre Venecia, hasta Tintoretto, Veronés, los Bellini, Giorgione, Lotto (que murió en la miseria, incomprendido).
Se cuenta que cuando Corregio pintó la cúpula de la Catedral de Parma, que muestra a varios santos ascendiendo al cielo (y, por lo mismo, “todo se les ve desde abajo”), un inquieto Papa pidió a Ticiano visitar la catedral y juzgar la obra.
La respuesta de Ticiano fue acertada y noble: “Si no fuera Ticiano, sería Corregio”.
La pintura del Renacimiento deja fuera a los venecianos no renacentistas, desde, naturalmente, Canaletto y los paisajistas de la decadente ciudad, Tiepolo hasta la gloria de sus postrimerías del siglo XVIII, Guardi y Longhi, contemporáneos de Casanova, veneciano y uno de los modelos, en su vejez, del Don Giovanni de Mozart.
Con la exposición Madrid, que siempre está de gala, se viste de gala, reafirmándose como una de las grandes metrópolis del arte y la cultura y pese a su enmarañada y ruinosa política.