Para escoger amistades en el Siglo XXI

Las amistades están regidas por el toma y daca de lo mejor y más valioso de nuestras experiencias, de nuestros valores e iniciativas.

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02 July 2016

Conversaba con una pareja recién casada: “No sé por qué —me decía el joven esposo—, pero con mi señora, nunca buscamos amigos entre los “los trans, los hetero, los homosexuales…”. ¡Ah! Y también los “emos”: ¡Ellos nos encuentran a nosotros! Y no se crea que en sitios indecentes, sino en iglesias, exposiciones de pintura, conciertos, obras de teatro, museos, restaurantes! Es como si estuviésemos poseídos por un misterioso magnetismo que los atrae o quizá porque ha aumentado el número de quienes decidieron declarar sus identidades por lo que los hallamos en todas partes”.

Cabe decir, reflexioné, que muchos hogares salvadoreños enseñaron a sus hijos, no a discriminar, sino a ser selectivos al momento de decidir a quién se acepta como amigo. Pero hay que admitir que no solo nos encontramos con personas que algunos ven con recelo, sino que también se nos aproximan otras, en apariencia nobles, de sanos principios, a quienes les abrimos las puertas sin reparos, mientras a los otros los evaluamos. Con el tiempo, se lleva uno sorpresas, malas y buenas, con ambos grupos. A veces nos confunde y atemoriza hacer nuevos amigos. “La vida social no es fácil en este milenio”, me dijo el joven esposo.

Yo creo que sí, respondí, sobre todo porque estos fenómenos no son nuevos estamos viviendo una especie de Renacimiento —no de las artes— sino del sexo como se practicó en las antiguas Grecia y Roma, cuando estas costumbres estaban socialmente aceptadas, al menos por una parte de la población, como lo revelan los escritos satíricos del romano Petronio, en su “Satiricón” y menciones proclives a la homosexualidad en “El banquete”, de Platón, las comedias de Aristófanes, los versos de la poetisa Safo en la isla de Lesbos, Zeus, bisexual, en la mitología griega y muchísimos otros registros no solo de la Antigüedad, sino también en la Edad Moderna y Contemporánea.

Según mi experiencia, a nuestros amigos hemos de escogerlos, en este tiempo moralmente caótico —¿Y qué momento en la historia de la humanidad no lo fue?— de la mejor manera posible, menos a ciegas, por las redes sociales o Internet en general, por ejemplo, que es lo nuevo. Los riesgos en estas vías son enormes.

Creo que al momento de seleccionar amigos debemos verlos como el gran listado de un menú, en el que se encuentra de todo: platos salados, dulces, agridulces, amargos, ácidos, picantes, suaves o, mejor aún, de una sabia, sapientísima, combinación de sabores, olores, texturas y aspectos. Aunque tardé mucho, comprendí, por fin, que no solo era un comensal pasivo de aquellos platos, sino, más importante aún, yo era el chef… era yo quien escogía y combinaba los ingredientes, y el que servía en mi mesa los platos que iba a comer.

La mención de comida me hace recordar un cuento atribuido al mítico griego, Hermes Trimegisto (El tres veces grande): “En algún lugar del universo hay una mesa pletórica de comida y bebida. Alrededor de ella hay muchas personas que, por alguna razón, tienen sus brazos trabados, rectos, en cruz, por lo que no pueden doblar el codo; siempre tienen hambre, pues tratan de alimentarse tirando la comida al aire para atraparla con la boca. El resultado es una constante frustración.

“En una dimensión paralela hay otro salón igual, con mesa bien servida, a la que rodean personas también con sus brazos trabados. Pero aquí no existe frustración, porque hallaron la solución al problema: han aprendido a darse de comer unos a otros”.

Las amistades están regidas por el toma y daca de lo mejor y más valioso de nuestras experiencias, de nuestros valores e iniciativas. Mientras mantenemos apego a nuestras convicciones, podemos aceptar de otros lo que ofrezcan de más constructivo y enriquecedor. Sean quienes sean, podremos identificar a nuestros nuevos amigos, mientras nos alimentamos unos a otros.
 
*Periodista
rolmonte@yahoo.com