Desde hace demasiados años la clase política del país ha ido estirando los estándares éticos en la función pública hasta hacer parecer los abusos como derechos. Lo que en los años 80 habrá sido un pequeño grupo de asesores y empleados legislativos con un presupuesto limitado se ha convertido en un ejército de casi dos mil personas y $33.5 millones de dólares en salarios. Han leído bien: treinta y tres millones de dólares y medio. Y lo peor de la clase política es que a la mayoría le parece correcto.
Y eso no es todo. Si tomamos en cuenta el presupuesto de este año, debemos sumarle casi diez millones más en beneficios como el seguro privado de salud para todos, incluyendo una lista de beneficiarios que convierte el ejército en varios miles más. El Salvador no puede seguir así. Los ciudadanos merecen una respuesta más coherente de nosotros en los partidos políticos, en especial de ARENA, porque nos hemos comprometido con la renovación, con la transparencia, con luchar en contra de la corrupción y los abusos.
No basta con lograr una mayor participación, aunque es importante. No basta con ir promoviendo procesos de democracia interna, aunque son importantes, en especial si se logran hacer con igualdad de condiciones y transparencia. No basta con cambios cosméticos si no logramos cambiar lo que nos asemeja a miembros de la clase política de los otros partidos. Nosotros debemos ser diferentes. Nosotros estamos llamados a cambiar, porque estamos comprometidos en poner primero a El Salvador. Debería ser parte de nuestra esencia.
Las preguntas que debemos hacernos, hermanos areneros, comienzan con cómo fue posible que no pudiéramos lograr que nuestros representantes en la Junta Directiva de la Asamblea Legislativa renunciaran a todos los privilegios de esos cargos. ¿Sabes cuáles son? Un vehículo todo terreno full extras, un pick up doble cabina, cuatro celulares de alta gama sin límite, vales de gasolina. Y esos son los que conocemos. Cada vez que volteamos una piedra descubrimos nuevas cosas. Es para que se nos paren los pelos. Algunos de nuestros directivos renunciaron a algunos o todos esos privilegios, pero fueron los menos. Y ya no se diga la discusión para eliminar viajes, viáticos y el famoso seguro privado de salud.
El eje transversal de devolver la ética a la política es parte fundamental de nuestro nuevo discurso, de los temas de la renovación. Solo basta revisar los dos primeros artículos de nuestro código de ética para caer en la cuenta que algo hemos hecho mal:
1. Anteponemos en nuestra actuación política el interés general de la nación a los intereses particulares.
2. Nos regimos por estrictos valores de honradez y decencia en el ejercicio de cargos públicos, en todas las actividades políticas y en nuestra vida privada.
Quizás hemos esperado demasiado de nosotros mismos, pero yo creo que no. Sé de lo que somos capaces. Sé lo que podemos lograr y también sé que la mayoría de ustedes, verdaderos nacionalistas, entienden la importancia de volver a nuestras raíces para poder gritar a todo pulmón ¡Primero El Salvador! Ahorita tenemos techo de vidrio. Hemos perdido estatura moral para criticar y exigir. No tenemos solvencia para pedir la confianza de los salvadoreños.
Que no nos baste el intentar infructuosamente dirigir las miradas de los salvadoreños a este gobierno desastroso. Que no nos demos por satisfechos con salir unos pequeños puntos arriba en las encuestas. Hagamos lo que tenemos que hacer. Demandemos de nuestras autoridades los verdaderos cambios que requiere El Salvador.
No es posible que continuemos con soluciones a la medida de los intereses ocultos de algunos. No es posible que nos contentemos con atacar sin misericordia a esos dos diputados que tanto desorden han causado. No es posible que sean más a los que no les importe perder el país, los que creen que es mejor cualquier cosa antes que permitir perder más personas a partidos como GANA o PCN.
Es mejor que los que se vayan a ir se vayan ya. Proteger intereses particulares está destruyendo al partido. Continuar con las prácticas oscuras de abuso del dinero de los impuestos de los salvadoreños va a destruir el partido. No teníamos más alternativa que denunciarlo públicamente. Intentamos vanamente de hacerlo al interior. Dimos las luchas y aguantamos los malos tratos y las amenazas.
No ha sido cobardía el ahora salir a la luz pública. Ha sido amor al país y confianza en ustedes, porque sabemos que somos más los que queremos los cambios. Somos más los que hemos sufrido vejaciones. Somos más los que aspiramos a un El Salvador nuevo, transformado, para todos los salvadoreños. Un El Salvador de primera para todos. Y eso lamentablemente no es posible conseguirlo con el partido como lo tenemos ahorita.
No me interesa volver a ocupar puestos en la gestión pública. Renuncié al proceso interno de elecciones para lograr convencerlos a ustedes. No tenemos mucho tiempo. No tenemos mucho espacio. Ojalá encontremos en nuestro corazón esa inspiración para demandar los cambios que son necesarios en la clase política, especialmente en nuestro partido, para que a nuestros hijos e hijas les digamos que lo dimos todo y con orgullo construimos un país en paz, progreso y libertad.
*Diputado