Escuchar, aprender y renovar

Escuchar con humildad y apertura es una habilidad valiosísima. Poner atención a lo que otros tienen que decir permite identificar con precisión el origen de posturas adversas y puntos coincidentes.

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Por Mirna Navarrete

11 July 2017

Recientemente, advertí que el optimismo y entusiasmo que nos caracteriza a los salvadoreños se están apagando. El virtual monopolio que ejercen los malos políticos sobre las instituciones públicas, órganos del Estado y partidos, no dejan que ni una luz alumbre esta oscuridad en la que nos encontramos. El surgimiento de liderazgos, en su mayoría jóvenes, decididos a revertir esta situación, sin embargo, tiene el potencial de rescatar a El Salvador y avivar la llama, por el momento tenue, que aún prevalece en nuestros corazones.

El desprecio que la dirigencia de ARENA hizo a Aída Betancourt, negándole la oportunidad de competir en elecciones internas, la renuncia en protesta de los diputados Juan Valiente y Johnny Wright y la abrumadora cantidad de voces jóvenes que criticaron al partido tricolor subrayan la necesidad de apostar por la renovación genuina. La realidad esbozada por los diputados establece que los principales enemigos de El Salvador son las actuales cúpulas partidarias, cegadas por un desenfrenado apetito de poder, el clientelismo, la intolerancia al disenso y la detestable práctica de tratar de imponer a la fuerza perspectivas, dogmas y puntos de vista.

La clave del éxito para los partidos políticos, según los reclamos hechos por jóvenes en esta coyuntura, está en replantearse y esto implica abrirse a posturas diferentes. Las posiciones radicales que predominan ahora no atraen a los jóvenes. El entusiasmo del electorado no lo va a ganar un ejército de viejos con ideas del pasado, sus votos ya están repartidos.

Muchos hablan sobre la importancia de la tolerancia, diversidad de posiciones y el diálogo respetuoso, pero pocos desaprovechan las oportunidades para descalificar, echarle zancadilla o neutralizar a quienes expresan posiciones contrarias. Hay temas espinosos que requieren de una gran disciplina para mantenerse fiel a la apertura. Hasta las voces criollas que abogan con más ahínco por la diversidad de ideas y la tolerancia, han flaqueado y sucumbido ante la tentación de descalificar a quienes opinan diferente y, en consecuencia, contribuido a intercambios que dejan a un lado la discusión de ideas para centrarse en el ingenio para ultrajar. Nadie es perfecto y es de humanos equivocarse, pero en El Salvador esta no es la excepción, sino la norma, como lo ha dejado claro el problema suscitado en ARENA.

Escuchar con humildad y apertura es una habilidad valiosísima. Poner atención a lo que otros tienen que decir permite identificar con precisión el origen de posturas adversas y puntos coincidentes. Esta es la forma más eficiente de lograr un criterio más amplio y acertado, mejorar nuestro entendimiento sobre temas críticos y, en muchos casos, expandir nuestra red de colaboración. Tratar de imponer ideas a la fuerza, por el contrario, fomenta su rechazo y reduce el tamaño del grupo des personas que están dispuestas a escucharnos.

Tahsin, Adar y Assad, colegas y compañeros de trabajo, son de las personas que más claro me han dejado esto. Los tres son musulmanes, pero ni ellos ni yo hemos tratado de imponer nuestras creencias religiosas sobre el otro. Yo soy católico y ellos, musulmanes, respetamos nuestras religiones y, al mismo tiempo, tenemos la apertura de escuchar y aprender sobre ellas. Yo les he explicado, por ejemplo, el significado del Rosario y Semana Santa, y ellos a mí el de la carne halal y el Ramadán. Si yo o ellos nos hubiésemos concentrado en nuestras diferencias, no en nuestros puntos de coincidencia y tratado de imponer nuestras creencias, nunca nos hubiésemos entendido y nuestra colaboración laboral no sería tan eficiente. Somos buenos amigos, hacemos excelente equipo, ellos siguen siendo musulmanes y yo católico.

Esta es la actitud por la que abogan Valiente, Wright y la generación de jóvenes que busca espacios. Los partidos que no reconozcan la importancia de escucharlos e inicien su reconversión, fracasarán rotundamente.

*Criminólogo

@_carlos_ponce