Normas elementales de seguridad fallan en las torres de Hacienda

Instalar escaleras en edificios altos y dotar las instalaciones de alarmas y sistemas automáticos para apagar fuegos no es algo que se ocurra a un grupo y que cumplirlo o no dependa de la buena o mala voluntad de un funcionario (en tal caso el ministro), sino que son normas de seguridad esenciales.

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Por Mirna Navarrete

10 July 2017

Los empleados de Hacienda que laboran en las llamadas tres torres tienen miedo de volver a sus labores, ya que consideran que los edificios no ofrecen seguridad en caso de siniestros.

Desde hace varios años, declararon los directivos del sindicato de Hacienda, vienen pidiendo al ministro que instale escaleras externas de evacuación, pero este dice que “no lo recuerda”.

Y no debe “recordarlo” porque oye a los del sindicato “como oír llover”, sin reflexionar sobre sus peticiones.

Instalar escaleras en edificios altos y dotar las instalaciones de alarmas y sistemas automáticos para apagar fuegos no es algo que se ocurra a un grupo y que cumplirlo o no dependa de la buena o mala voluntad de un funcionario (en tal caso el ministro), sino que son normas de seguridad esenciales.

Y esa es la diferencia entre muchos funcionarios del actual gobierno, o la mayoría de ellos, que llegan a servirse de sus puestos, no a servir al público y al personal.

En otros términos, la expresión “servidor público” dejo de tener sentido desde la llegada de la izquierda al poder.

Un buen administrador no sólo se ocupa de las funciones que le corresponden, sino que hace lo posible por participar y colaborar para la buena marcha de la entidad, se trate de la convivencia entre todo el personal y del buen orden físico y la seguridad de las instalaciones.

Y esto es así porque todos van en el mismo bote y lo que afecta a unos, desde la suciedad hasta la falta de seguridad, afecta al resto.

Es deber del buen empleado denunciar anomalías y, de ser posible, sugerir cómo corregirlas.

Y es debe elemental de jefes y administradores oír a su personal, conocerlo y estar pendiente de la buena marcha del conjunto.

De allí que se recomiende a los responsables de un negocio o entidad “caminar frecuentemente por la fábrica”, hacer preguntas, conocer de cerca a sus colaboradores, ser amigo en el buen sentido.

Falta caminar por las dependencias

y escuchar con atención a la gente

La negligencia, o indiferencia, o desconocimiento lleva a las tragedias como la sucedida en el incendio de las torres, donde murió una señora y fueron afectados 23 salvadoreños.

Los actuales funcionarios estatales se caracterizan por pasar encerrados en sus oficinas, no salir a hablar con el personal ni menos visitar dependencias, como es el triste caso de los titulares de salud, a quienes no se les mira en centros, corredores, hablando con enfermos y médicos, preguntando cómo mejorar labores.

Sus altezas son demasiado encopetadas para hablar con la gente (deben creerlo los pobres).

A nadie se le caen las perlas de la corona inclinando la cabeza para saludar.

Es claro que las funciones de un ministro de Hacienda de un gobierno de extrema izquierda son muy complejas, pues al principal cometido, saquear hasta el hueso el país y acabar con los ricos, se agrega, o se sobrepone, un doble hecho: la ignorancia sobre manejo y administración de recursos de sus poderdantes y su voracidad sin límites, que entre otras cosas ha llevado al país a caer en la insolvencia y a pretender robarse los ahorros de los trabajadores para continuar en la fiesta. Y a ello se suman los tramafases con los presupuestos, los grandes salarios que se pagan a sí mismos, las graves penurias de los servicios públicos y los visibles enriquecimientos de los corruptos.