Escribo desde España, donde este pasado fin de semana en el Barrio de Chueca se ha celebrado “Madrid Orgullo”, en el marco de la semana del Orgullo LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales). Es una gran fiesta cultural en el que se manifiesta la diversidad y la igualdad. Esto no deja de lado el camino recorrido y las reivindicaciones del Colectivo, que han logrado en la última década tener en España una de las legislaciones más progresistas del mundo, y con una población que mayoritariamente reconoce sus derechos.
En El Salvador estos grupos excluidos luchan contra la discriminación y por los derechos y libertades más fundamentales, como es el acceso a la educación, la salud, al trabajo digno, a la vida y a su propia identidad sexual. Esto fue expresado por diferentes representantes del Colectivo LGTBI en San Salvador, en el Primer Foro sobre Derechos Humanos de la Población LGTBI organizado por amigos como España, Canadá y la Unión Europea. Lo anterior constituyó un espacio de diálogo, un primer encuentro en el que se logró reunir a diferentes representantes (de la Asamblea, el Ejecutivo, la Fiscalía y los medios de comunicación).
La discriminación se da en todos los ámbitos a lo largo de la vida de estas personas, tanto por la falta de tolerancia a la diversidad como por la inexistencia de una legislación adecuada. En este marco, el actual sistema educativo, deficitario y excluyente, falla a estos jóvenes que se enfrentan con el acoso, obligados finalmente a desertar. Otro ámbito de discriminación es el laboral, en donde más del 60 por ciento (según datos expuestos en el Foro) se inserta en trabajo precario e indigno. Hay esfuerzos en muy pocas instancias de gobierno y en el sector privado por incluir a esta población en puestos de trabajo dignos obligando a está población a recurrir a puestos de trabajo “no normales”, como lo expresó una de las ponentes.
Es vergonzoso que en el Siglo XXI aún se le da un tratamiento de ciudadanos ‘de segunda’ a muchas poblaciones excluidas y marginadas, a pesar de contar con la ratificación por parte de nuestro país de los principales convenios e instrumentos internacionales de Derechos Humanos.
En un país en donde la vida es vulnerada cada día a través de la exclusión y violencia sistemática desde sus distintas manifestaciones —la vivienda infrahumana, la desnutrición crónica, el trabajo indigno, la muerte violenta— el reto para proteger y asegurar los derechos fundamentales de estas poblaciones vulnerables hay que asumirlo ya, como es el caso de la población LGTBI que es doble y hasta triplemente discriminada.
Todo ser humano nace libre, en igualdad y derechos. Si buscamos en cuáles sociedades se garantizan los derechos para las mujeres, poblaciones LGTBI, y otras poblaciones excluidas y vulnerables, volteamos nuestra mirada a aquellos países que lideran el bienestar mundial y los procesos democráticos más avanzados.
Entre las conclusiones e ideas expuestas en el Foro destacan el compromiso de luchar contra la impunidad de los crímenes de odio, la de representar una imagen no sesgada de esta comunidad en los medios de comunicación, dándole espacios para expresar sus problemas y anhelos, y avanzar en la legislación nacional e internacional para proteger sus derechos. No basta con reconocer los derechos básicos, si esto no va aparejado con acciones y medidas de políticas concretas eficaces que cierren las brechas de desigualdad y exclusión.
Este no es un debate entre el bien o el mal, desde una perspectiva moral, sino un debate entre los derechos y las libertades para todos, desde el ángulo jurídico y constitucional. De que estemos a la altura de este debate dependerá también nuestra madurez como sociedad.
*Columnista de El Diario de Hoy
@cavalosb