Renuncias, renovación y algunas reflexiones

Si hubo arbitrariedades, favoritismos y “dedazos” en el proceso interno de ARENA, podría volver a suceder en el futuro… incluso con los presidenciables.

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

08 July 2017

Lo de ARENA es, definitivamente, el tema del momento. No son tan sencillas ni simples las cosas y mucho menos encontrarle un hilo que conecte los puntos, al menos por ahora. Por eso, únicamente compartiré algunas reflexiones “en suelto”.

1. El peligro de personalizar excesivamente las cosas, reglas claras y justas. La principal figura, probablemente no por su voluntad, ha sido Aída Betancourt, más que la renuncia de los dos diputados, pues parece que su decisión parte de que el Coena no la haya aceptado.

ARENA ha dicho que su precandidatura no procedió por no estar inscrita en el partido al menos desde hace tres años. Habría que ver si las reglas del juego fueron iguales para todos.

Luis Mario Rodríguez lo explica muy bien: “Los reglamentos de los partidos no pueden imponer ‘barreras de entrada’ más allá de las indicadas en las sentencias de la Sala y en la Carta Magna. Si la normativa está apegada a Derecho surge la obligación de aplicarla de manera uniforme. No es válido exigir determinadas calificaciones a unos y a otros relajarle su imposición con tal que puedan ser aceptados sin problema alguno”.

Me gustaría darle el beneficio de la duda al partido tricolor, pero cuesta creer que Emilio Corea haya cumplido con los tres años de militancia. Si el expresentador era periodista y a la vez militaba en un partido, es una vergüenza para el ejercicio de esta profesión.

Si hubo arbitrariedades, favoritismos y “dedazos”, podría haber ocurrido con otras personas o puede volver a suceder en el futuro… incluso con los presidenciables.

2. Parece que los borregos gustan, al menos a Eduardo Barrientos. En un tuit que se difundió ampliamente, aseguró que Betancourt no tenía las credenciales por criticar al Mayor. La falta de autocrítica en ARENA, escudada en la máxima “Arenero no critica otro arenero”, hace que no se denuncien las malas acciones por “lealtad”, fomenta el fanatismo y dificulta la formación de personas con capacidad de argumentación o diálogo con otros sectores y partidos.

3. El peso de la “trayectoria” sobre la integridad. Interiano dijo que pesó más el recorrido de los políticos que sus sanciones en el Tribunal de Ética Gubernamental.

Por eso, como escribe Ricardo Avelar, “lucirán con orgullo a David Reyes, que le prestó su carro a su hermana para que viajara. También Ricardo Velásquez Parker, que ha llegado armado al Salón Azul y ha irrespetado a la prensa. Y Mayteé Iraheta, que fue sancionada por nepotismo. Y no olvidemos a Milagro Navas, sobre cuya administración se ciernen oscuras nubes”.

4. Renovación, “conservadores” y “libertarios”. Entrecomillo —y lo haré mucho en este punto— porque no es sencillo sintetizar ideas que ameritarían mayor desarrollo y matices.

Todos estos sucesos han hecho que se hable de la lucha entre “conservadores” y “libertarios”.

Es un simplismo equiparar “renovación” con quitarse las ideas “prejuiciosas” y “moralistas” del pasado, aceptar “nuevos derechos” y ser “inclusivos”. Bajo esta óptica de falsa renovación, quien cree que el Estado debe tener leyes que promuevan “valores tradicionales”, no entiende el concepto de Estado laico y mezcla la fe en los asuntos públicos.

Hay muchos que defendemos la vida desde la concepción hasta su muerte natural; que sostenemos que el matrimonio es la unión entre hombre y mujer, y pensamos que el avance científico debe tener sensibilidad ética. Sin embargo, eso no nos hace enemigos de la renovación, de aquella que necesita tanto la política en este país: libre de favores, de poca transparencia, de corrupción y de un desmedido gasto público.

Por otra parte, hay bastantes “conservadores” que somos capaces de dialogar sobre estos temas, utilizando argumentos de razón, sin necesidad de involucrarnos en cuestiones religiosas.

Al final de cuentas, “conservadores” y “libertarios” podemos encontrar puntos en común, para hacer frente a los abusos de poder, a los politiqueros y a quienes se han enquistado como tumor cancerígeno en los cargos públicos.

Es probable que en los temas “morales” no se llegue a un acuerdo, especialmente si sostenemos que hay verdades y principios no negociables, lo cual no excluye que podamos sostener sanos debates y limar asperezas, sin menospreciar a quienes piensan distinto y respetando sus conciencias.

*Periodista. jaime.oriani@eldiariodehoy.com