“Homo sum”

Es una frase que se refiere que como humanos, todos conocemos (o deberíamos conocer) las características de la naturaleza humana, es decir, aquellas que nos permiten pensar, soñar, decidir y actuar como tales.

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

07 July 2017

"Homo sum" es una expresión latina que podría ser traducida sencillamente como “Hombre soy”. Son las dos primeras palabras de la frase, “Hombre soy, y pienso que nada de lo humano me es ajeno” de la obra “El verdugo de uno mismo”, adjudicada al escritor romano Publio Terencio conocido como Publio Terencio el Africano pues nació en Cartago, localizada en África que formaba parte del gran Imperio Romano, en el Siglo II antes de Cristo.

Es una frase que se refiere que como humanos, todos conocemos (o deberíamos conocer) las características de la naturaleza humana, es decir, aquellas que nos permiten pensar, soñar, decidir y actuar como tales. Sin embargo, esta aseveración ha tenido diferente impacto a través de la historia, ejemplo de lo cual es el uso que se le ha dado a la pauta antes descrita a través del tiempo.

Fueron los primeros cristianos quienes aplicaron el concepto para enfatizar la relación Dios-Hombre y la importancia del trato con el prójimo, regla que se convirtió en normativa no solamente para la Iglesia cristiana, sino también para la cultura occidental.

Los teólogos de los primeros siglos del Cristianismo usaron la frase para respaldar a cada uno de los autores bíblicos como hombres pero inspirados por Dios y enfatizar así la divinidad de la Biblia, ratificando el concepto del Homo sum al Hombre a imagen y semejanza del Dios que lo creó.

Posteriormente los filósofos y humanistas del Renacimiento, quienes a pesar de haber promovido el paganismo clásico, tuvieron a bien enfatizar algunos aspectos religiosos, llevaron el Homo sum a una búsqueda del hombre por el hombre, para tratar de encontrar la identidad de la humanidad misma.

En el siglo XIX los seguidores de Charles Darwin “el padre de la Teoría de la Evolución” fueron más lejos y propusieron que el hombre estaba emparentado con sus “primos primates”, con los cuales compartía, según ellos, muchas características, concepto claramente equivocado, pues Darwin se había referido a la existencia de un ancestro común para los primates y para los humanos, no acentuó en una relación de parentesco o semejanza entre estas dos especies, dejando en un futuro incierto la caracterización del Homo sum de los evolucionistas.

A mitad del siglo XX, la Biología Determinista hace énfasis en que muchas de nuestras características como humanidad están relacionadas con el grupo étnico al que pertenecemos buscando una relación entre los genes y el comportamiento humano. Sin embargo, los estudios recientes de esta ciencia han hecho el hallazgo de que es más bien la cultura y el medio ambiente en donde nos formamos socialmente los que son importantes para forjarnos como seres humanos.

En 1965, después del Concilio Vaticano II, la constitución pastoral Gaudium et spes (El Gozo y la esperanza) que trata sobre el papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo y que intentó resolver la gran problemática de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”, concluye que “nada hay verdaderamente humano, que no encuentre eco en el corazón de Dios”. Dando al fin, un vislumbre de pertenencia a la interpretación de la frase del escritor romano en el siglo II antes de Cristo: “Hombre soy, y pienso que nada de lo humano me es ajeno”.

*Médico y colaborador de El Diario de Hoy.