La inglesa BBC News tiene un programa, “BBC Witness”, que cuenta “la historia de nuestros tiempos en la voz de quienes estuvieron allí”. El pasado jueves difundió la noticia que recordaba un incidente sucedido durante un encuentro televisivo que, en 1986, puso a conversar por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial a dos grupos de mujeres: uno de Leningrado (hoy San Petersburgo) de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) con otro de Boston (EE. UU.), es decir, los dos grandes enemigos que mantuvieron una Guerra Fría por años. El encuentro se pensó y tomó forma en el marco del proceso de apertura (Glasnot) que impulsó Gorbachov como parte de la “Perestroika” y que logró cambiar al imperio socialista soviético.
Durante las cuatro horas de grabación, aunque las diferencias culturales se hicieron evidentes, la conversación entre las participantes se fue haciendo más fluida, menos tensa, al punto que una de las estadounidenses preguntó: “Muchos comerciales de televisión en nuestro país contienen sexo. ¿Ustedes tienen ese problema?”. Ludmila Ivanova, activista del Partido Comunista y Miembro del Comité de Mujeres Soviéticas respondió desde la otra punta: “En la Unión Soviética no tenemos sexo”, frase que desde entonces se hizo famosa según la noticia (confieso nunca haberla visto ni escuchado antes).
Entrevistada años después por “BBC Witness” en Berlín, donde reside, Ivanova recordó: “Lo que yo dije era que no teníamos sexo, que teníamos amor; pero las carcajadas que provocó la respuesta fueron tan sonoras que nadie, creo, escuchó lo que dije a continuación. Estaba aterrorizada. Me di cuenta de que había dicho algo equivocado y que habría consecuencias”, contó. Y las hubo: tanto el Partido Comunista, el Comité de Mujeres Soviéticas y su jefe la reprendieron por usar la palabra “sexo”. “¿Cómo puedes tú, una mujer respetable, casada y alguien que trabaja duro, espetar esa palabra vergonzosa?, me dijeron”. (¿Los comunistas? Nosotros oímos por acá esas mismas frases en relación al sexo de grupos radicalmente opuestos a ellos). Concluye la noticia: “Hay que entender el contexto: era a mediados de los años 80, aún existía la URSS y era gobernada por el Partido Comunista. Podías ir a la cárcel por contar un chiste político”, reseñó el reconocido periodista Vladimir Posner, quien moderaba el diálogo entre mujeres y que también fue entrevistado por “BBC Witness” para esta nota.
Comento esta noticia porque creo que ejemplifica muy bien los extremos a los que se puede llegar cuando la intolerancia es norma en las organizaciones con poder. Perdón, me corrijo, cuando los dirigentes de las organizaciones con poder son intolerantes (“Es la gente, estúpido”). Imagino que también se podrán contar muchas anécdotas similares ocurridas durante la España franquista, el Chile de Pinochet, Estados Unidos de McCarthy (los años 50), la Cuba de los Castro y en nuestros países.
Muchos salvadoreños quisimos hacernos creer que esos tiempos habían sido superados en nuestra tierra, que la experiencia de haber concluido una guerra hace 25 años con unos “Acuerdos de Paz” (puestos como ejemplo para otras experiencias similares) nos permitiría vivir más tranquilos, más libres y menos dependientes de los caprichos de quienes, desde el poder político, económico o ideológico, se sienten jueces inapelables de lo que se puede pensar, decir o hacer.
La cancelación del programa “Así estamos” de Rafael Domínguez nos indica lo contrario: fue clausurado por presiones políticas, según declaró el conductor del programa.
Domínguez no es bisoño en su campo, baste decir que en el ejercicio de su profesión, reportó, desde Nueva York un 31 de diciembre, que se había firmado el cese del conflicto armado. La noticia, con razón, ha parado los pelos a muchos.
Días después, dos diputados, estos sí bisoños en ese oficio, renuncian a buscar su reelección para un nuevo período en la Asamblea Legislativa. Más calladamente, el partido oficial había hecho también ejercicio de intolerancia con militantes que querían presentarse como candidatos para disputar puestos de elección popular en los próximos comicios.
¿Quién dijo que la intolerancia es privativa de derechas o de izquierdas, de conservadores o liberales? Es uno de los grandes peligros de las ortodoxias. Lo peor: ya sabemos adónde lleva.
*Psicólogo y colaborador de El Diario de Hoy.