El cuartel de la KGB en Lituania: un museo de la barbarie socialista

En uno de los salones se conservan las fotos de varios sacerdotes que murieron en ese lugar, víctimas de las persecuciones comunistas contra la religión.

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Por Mirna Navarrete

06 July 2017

Solo una pequeña parte del enorme edificio que albergaba la KGB en Vilna, Lituania, está abierto al público, un museo del genocidio, una especie de monumento a la barbarie, al odio y al fanatismo, como es Auschwitz o Dachau en Alemania.

Una pequeña parte del edificio está abierta al público, unos salones donde se conservan testimonios, documentos y fotografías tanto de los pobres seres que fueron torturados y asesinados allí, como de los jerarcas del comunismo que en esos años fueron los lobos de sus semejantes, homo hominis lupus.

El edificio, que ocupa un espacio de unos cien metros cuadrados y cuatro niveles, tiene en el primero placas con los nombres de opositores que allí murieron y las fechas.

En su mayor parte los sacrificados eran miembros del Ejército de Liberación Lituano que infructuosamente quiso sacudirse la bota soviética. Y antes de los soviéticos los nazis, que prácticamente exterminaron a los doscientos mil judíos lituanos.

Una parte del museo contrapone las fotos de las víctimas con las de los individuos que traicionaron a su patria y que se apoyan unos a otros en su infamia.

El espacio dedicado a la exhibición acentúa el espanto: largos y estrechos corredores divididos donde se muestran diversas facetas de la ocupación. Y como en Auschwitz, pero sin el alto drama de ese infierno, se recogen objetos y pequeñas pertenencias de las víctimas, entre ellas un rosario que simboliza la persecución comunista a la religión (ver fotografía adjunta), un ensañamiento que desecró templos en todos los países bálticos, convirtiéndolos en museos del ateísmo o bodegas. Y fotos en los muros de esos corredores con los demacrados rostros de los perseguidos, que inclusive son acompañados en esa primera fase del horror, con sus pequeños hijos. Los lituanos traidores exhiben sus grandes panzas, el botín de la infamia.

Pero el verdadero horror está en los sótanos del edificio, donde pasaron apresados muchos antes de las torturas y o la deportación a campos de trabajos forzados o al patíbulo.

Muchos sacerdotes fueron asesinados en ese infierno estalinista de Vilna

Las celdas, que son parecidas a las descritas de la DAN en El Salvador, con la diferencia de que algunas cuentan con primitivos inodoros, tenían camastrones de reglas de madera, ninguna calefacción en los crudos inviernos bálticos y apenas una apertura en las puertas de unos treinta por treinta centímetros, por donde pasaban mendrugos y agua a los allí encerrados.

Una de ellas tenía un piso hundido, que los guardas llenaban de agua para meter dentro a los cautivos y doblegarlos, de nuevo valiéndose del terrible frío del norte.

En otra metían a los pobres que se volvían locos en el cautiverio, en otras únicamente había espacio para una persona sentada --Dios sabe cuántos días o semanas tenían que pasar allí--; en un salón había duchas --de nuevo una facilidad que no tiene la DAN-- e inodoros colocados uno tras otro. Desde luego no se vio enfermería alguna. Y hay celdas sin techo, abiertas a la intemperie, la terrible intemperie del norte de Europa.

En uno de los salones se conservan las fotos de varios sacerdotes que murieron en ese lugar, víctimas de las persecuciones comunistas contra la religión.

Y en eso nazis y soviéticos compartieron el mismo odio contra la natural tendencia de los hombres de acercarse a Dios.