El viejo cuartel de la KGB, el servicio secreto/opresivo del estalinismo durante los años del terror, se ha transformado en museo en Vilnius, la capital de Lituania, para recoger testimonio, evidencias y equipos usados por los rusos para aplastar toda disidencia al sistema, lo que causó la muerte de varios centenares de miles de lituanos y el encarcelamiento, torturas y exilio de otros incontables perseguidos, en lo que es “la marca” del comunismo: el asesinato y el terror.
La marca infernal opera sin variantes en todos aquellos puntos donde se hacen de una presencia o toman el poder, desde las matanzas de millones en la China de Mao, en Camboya bajo los jemeres rojos o en El Salvador durante la guerra de los años 80 (setenta y tantos miles de muertos).
Es natural que muchos archivos e instrumentos de tortura desaparecieron, como los nazis demolieron las cámaras de gas donde murieron millones de personas, entre ellas judíos, polacos, negros, gitanos... una vez que el Moloch comienza a devorar a sus víctimas, nadie lo detiene.
Las tres naciones bálticas --Lituania, Estonia y Latvia-- prácticamente se transformaron en satélites sin vida propia, donde los regímenes títeres únicamente obedecían las órdenes que llegaban de Moscú.
Y así continuó todo hasta que el “glorioso bloque socialista” se despanchurró, aunque sigue coleteando en Venezuela, en Cuba y en nuestro suelo.
El enorme edificio es una permanente advertencia a todos los hombres de que la libertad debe defenderse día a día de los embrutecidos.
El ritual inicia con las delaciones, tengan o no fundamento. Bajo el “socialismo” ponerle el dedo a alguien, se trate de un hijo a sus padres o entre dos hermanos, es una manera de ganar puntos y cubrir el propio pellejo. Es lo que los nazis alentaban entre la juventud hitleriana y los rojos con los “pioneros”, la futura carne de cañón.
Las capturas por lo usual se hacen de noche: oír que alguien toca la puerta en la madrugada es el anuncio de los horrores que se avecinan y que pueden terminar con “el clásico” tiro en la nuca, forma de ejecución que se mantiene en la Rusia de hoy y que, en cierta manera, es más piadosa que toda la parafernalia en ciertos países de arrastrar al condenado hasta la camilla de la inyección letal.
¿Es que al lado del alma moderna se esconde el cavernícola que devora?
Pero es obvio, como lo describe Robert Louis Stevenson en “Dr. Jeckyll and Mr. Hyde”, que al lado de la mente del hombre de nuestros tiempos convive el cavernario que arregla su mundo con la peor barbarie, la barbarie de que hacen lujo los Castro, Erdogan de Turquía y, en especial grado de perversión, Assad de Siria y el Estado Islámico que parió.
Los interrogatorios de la KGB sentaron escuela y se recuerdan en el ahora museo, interrogatorios que poco tenían que envidiar a los practicados por los Visconti en Milán en el Renacimiento o la “Santa” Inquisición antes de mandar de por vida a un desgraciado a los Plomos de Venecia.
Y fueron esos tormentos los que terminaron con el asesinato de Giordano Bruno en Roma, por sostener lo que ahora nadie rechaza: ¡que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no el Sol el que gira alrededor de la Tierra!