Bellos ríos son el corazón de muchas grandes urbes

Siguiendo el modelo de la ventana rota, el progreso inicia su marcha cuando lo malo, lo feo y lo ruinoso se comienza a sustituir por cosas mejores.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

04 July 2017

Algunas de las más famosas ciudades del mundo están situadas en las riberas de un río y constituyen la gran atracción para lugareños y visitantes: el Támesis de Londres, el Sena de París, el Tajo de Lisboa, el Kioto de Kioto, el río San Antonio de San Antonio. El río es el tesoro que con visión, esfuerzo y trabajo e inversiones se puede transformar en paseo, frescor y paisaje.

El río es el hermano menor de la “riviera”, del malecón de playa que es el lujo mayor de una gran urbe como Vancouver, Río de Janeiro y Nápoles. Hay ciudades que han cedido su trozo de mar a los puertos, lo que en ciertos casos obliga a ir trasladándolos a sus costados o, como Beirut, dejarlos en su centro decadente para desarrollar elegantes y cosmopolitas colonias frente al mar.

Seúl, la capital de Corea del Sur, una de las metrópolis más hermosas y progresistas del mundo, cuenta en su medio con una quebrada, la Cheonggyecheon, de casi seis kilómetros de largo, y la Jungnangcheon, que desembocan en el gran río Han, el que a su vez vierte sus aguas en el Mar Amarillo.

En sus años de terrible pobreza (el ingreso per cápita de Corea hasta 1960 fue de cien dólares por año) las dos quebradas-ríos eran, al igual que en San Salvador, el asiento de champeríos, de viviendas de lámina y cartón, donde se concentra la mayor pobreza urbana. Las quebradas son insalubres, refugio de delincuentes y focos infecciosos. Lo usual, como las quebradas de San Salvador y el cauce del Acelhuate, es que nadie se atreve a tocarlas, con la esperanza de que el progreso acabe con ellas.

El presidente Rhee (1948-1960) canalizó las quebradas de Seúl para construir redes viales.

Ciudades en las que se camina sin peligro

Siguiendo el modelo de la ventana rota, el progreso inicia su marcha cuando lo malo, lo feo y lo ruinoso se comienza a sustituir por cosas mejores, se trate de zonas verdes o vías preferenciales. El siguiente paso lo dio el dictador y padre del actual esplendor de Corea del Sur, Park Chung-hee (1963-1979), quien construyó sobre las calles de Rhee vías elevadas, de tránsito rápido; las quebradas, se pensó, quedaban selladas para el resto de los siglos.

Pero un alcalde de Seúl, Lee Myung-bak, decidió volver atrás, demoler las carreteras y restaurar las quebradas a su prístina condición. El proyecto costó un par de billones de dólares y requiere que se inyecte agua a las quebradas para convertirlas en un apacible y cristalino río y hacer de su cauce el paseo y lugar de encuentro para muchos.

Los pobladores de Seúl y del resto de ciudades surcoreanas pueden escoger entre sus grandes avenidas, sus bellos parques o paseos como el del río Cheonggyecheon, para caminar, lo que en nuestro victimizado país se perdió a partir de los Años Sesenta.

Caminar propicia la conversación cuando lo hacemos en compañía de otros, invita a pensar cuando paseamos solos, ejercita nuestro cuerpo y nos deleita contemplando una ciudad y sus encantos.

La maravilla de ciudades compactas como las europeas y muchas de Asia es que se puede caminar por horas sin problema, encontrando siempre mucho de interesante en el recorrido.