Los intereses partidarios de los malos políticos son el principal obstáculo para mejorar la seguridad en El Salvador. La transparencia y el limitado atractivo mediático que usualmente caracterizan a las políticas públicas fundamentadas en evidencia empírica, y su tradicional componente de evaluación, las convierten en enemigas acérrimas de quienes trabajan bajo la sombra del populismo y basan su cálculo electoral en la efectividad de sus discursos para dividir a la ciudadanía en dos bandos ideológicamente antagónicos.
El permanente estado de amenaza y conspiración fabricado a través de esta dinámica es utilizado como cobertura por los malos políticos para mover sus piezas.
Bajo el cobijo de la lucha contra “los malos”, se justifica la designación de personas incapaces, pero leales al partido, en puestos sumamente sensibles. Así también se venden leyes e iniciativas nocivas para los salvadoreños, pero de beneficio para los intereses partidarios.
El constante conflicto sirve, además, para distraer la atención hacia trifulcas estériles y triviales, limitando así el escrutinio de problemas serios. Sobran situaciones de la realidad nacional con las que se puede ilustrar lo anterior, pero bastan dos para demostrar cómo esta táctica es favorecida por todos los partidos políticos. El que el oficialismo recurra a la división ideológica de la ciudadanía para avanzar en sus planes es inaceptable, pero también lo es que la oposición la utilice para silenciar críticas y mantener secuestrados vehículos electorales a los que se pueden abocar los ciudadanos que deseen la alternancia.
La reciente reacción del FMLN ante las acusaciones en contra de José Luis Merino, poderoso dirigente y funcionario oficialista, es un ejemplo perfecto. Un grupo de influyentes congresistas estadounidenses hace poco aseguró que Merino tiene vínculos con el narcotráfico, lo calificaron como amenaza para su país y solicitaron a las autoridades norteamericanas, por escrito, que investiguen la fortuna del salvadoreño. El FMLN decidió recurrir al discurso divisorio para crear dos bandos y esconder el problema detrás de la confrontación entre derechistas e izquierdistas. Mientras ambos grupos se atacan, Merino sigue gozando del fuero que conlleva su puesto y El Salvador sigue teniendo en el gabinete de gobierno a una persona señalada e investigada por narcotráfico en el exterior.
Las recientes reacciones de ARENA ante la postulación de Aída Betancourt, profesional joven con una notoria preparación académica y trayectoria profesional, como candidata a diputada suplente por el partido tricolor, es otro ejemplo que ilustra la lamentable práctica de dividirnos en buenos y malos de acuerdo a nuestras convicciones ideológicas. Eduardo Barrientos, miembro del COENA, subió a las redes sociales un mensaje en donde descalificaba la candidatura de Betancourt por haber criticado en el pasado a ARENA y a su fallecido fundador Roberto d’Aubuisson, creando así dos bandos y ubicándola a ella en el contrario al de los simpatizantes de su partido. La dirigencia de ARENA, al final, no permitió que Betancourt buscara la elección con ellos, lo que propició una lluvia de críticas en las redes sociales y la renuncia de dos diputados a su candidatura. Los más activos tuiteros trataron de ahogar las críticas argumentando que éstas debilitarían al partido y señalando que Bentacourt tiene posturas liberales en temas controversiales como el aborto, dividiendo así a la ciudadanía nuevamente según convicciones ideológicas en buenos y malos.
Mientras todos se concentran en intercambios inútiles fomentados por esta división, el principal partido de oposición dejó de llevar a una valiosa pieza para su renovación y perdió a dos diputados honestos, pero, al mismo tiempo, avaló que otros que buscan reelegirse a puro anuncio de llanero solitario o que tienen sanciones por faltas éticas, sean otra vez candidatos.
La efectividad del discurso divisorio se debilita progresivamente, a medida las generaciones que no vivieron el conflicto se suman al electorado. Los partidos que no adviertan esto y se adapten, están condenados al fracaso.
*Criminólogo
@_carlos_ponce