A la vuelta de la esquina están las próximas elecciones municipales, legislativas y presidenciales; nuestra clase política está “eligiendo” a los candidatos que competirán por un cargo en los gobiernos locales, en la Asamblea Legislativa y en el Ejecutivo.
Por el momento salen a relucir los candidatos pistoleros, cantantes, jinetes o los de hueso colorado, el grupo más duro del partido, pero poco o nada encontramos análisis, reflexión, propuestas de qué hacer con nuestro maltrecho país.
En este sentido, quiero recoger unas reflexiones hechas por el intelectual de las ciencias sociales Theodore Caplow, quien publicó no hace mucho un pequeño artículo, no más de diez páginas, denominado “Tendencias en identidades, valores y creencias”, donde plantea con gran claridad por “dónde va el mundo de ahora” y, lo mejor, por dónde podría caminar a mediano y largo plazo.
No se trata de un adivino o un charlatán, simplemente se trata de un ejercicio académico en el que clasifica cinco tipos de tendencias, las de Tipo A (o de desarrollo) que se atribuyen directamente al progreso técnico-científico, y durante medio siglo han sido, continuas, acumulativas, coherentes e irreversibles. Se refiere al incremento ininterrumpido de personas y cosas reflejado en el crecimiento de población y en las tendencias ascendentes de larga duración en indicadores tales como: el consumo per cápita de combustión fósiles, metales, papel y agua; o el número de ciudades metropolitanas (página 65 y 66 de la edición Editorial Sistema que recoge el séptimo foro sobre tendencias sociales).
Estas tendencias de Tipo A tienen un potencial predictivo relativamente alto. En el corto plazo (para dentro de 10 años más o menos) las predicciones pueden ser bastantes precisas, pero nunca totalmente ciertas.
Las de Tipo B que hacen referencia a los fenómenos agregados que están claramente afectados por el progreso técnico-científico, pero también fuertemente influidos por políticas públicas y variaciones accidentales; estas incluyen los accidentes laborales, la incidencia de la obesidad, la incidencia de enfermedades de transmisión sexual, el tamaño relativo de las poblaciones urbanas y suburbanas, la congestión del tráfico, los estilos arquitectónicos, entre otras.
A diferencia de las del Tipo A, las del Tipo B son predecibles en el corto y medio plazo, pero raramente en el largo plazo.
Las tendencias de Tipo C (o motivacionales) son aquellas que juegan un papel preponderante las actitudes y prácticas de los miembros de una población en áreas de motivación de alta intensidad, sobre todo, el dinero, el sexo, la salud y la intoxicación. Representan elecciones individuales que están fuertemente influidas por criterios colectivos que, a su vez, también modelan esos estándares (página 67). Por lo general tienen relación con el progreso técnico-científico y muchas de ellas tienen un potencial altamente predictivo; en algunas ocasiones son continuas, acumulativas y coherentes, pero nunca irreversibles con seguridad.
Las tendencias de Tipo D (o institucionales) ocurren en los principales sistemas de acción a lo que llamamos instituciones: la familia, el trabajo, la educación, la religión, el ocio, las leyes, el gobierno y los servicios sociales. Entre otros ejemplos podemos citar, las tasas de nupcialidad, las de divorcio, la edad al matrimonio, las tasas de natalidad, la composición de los hogares, las distribuciones ocupacionales. Algunas de estas tendencias son excepcionalmente duraderas.
Hay otro tipo de tendencias, las del Tipo E (o adversas) reflejan cambios en el modo en que una población se divide en grupos potencialmente hostiles por su ubicación, etnia, religión, partido, clase, ideología y otras fuentes de conflicto, junto a los conflictos internos producidos por esas divisiones y a los conflictos externos con otras poblaciones.
Esta tendencia incluye la incidencia y los resultados de batallas militares, motines e insurrecciones, reclutamiento selectivo, competencia entre denominaciones, cismas y enfrentamientos, control de mercados, entre otros. Como bien sabemos que la esencial del conflicto social es la incertidumbre de su resultado, es de suponer que las tendencias de Tipo E tienen un potencial predictivo bajo y, en general, lo tienen (página 70).
En resumen, plantea Caplow, las tendencias sociales no se crean de igualo forma: las tendencias de Tipo A son sumamente útiles para la previsión social. Las tendencias de Tipo E no lo son. Las de Tipo D son menos útiles que las de Tipo B. Estas categorías son generales, pero nos pueden ayudar (y esto es lo fundamental de esto) a distinguir entre las tendencias sociales que nos dicen algo sobre el futuro y las que solo nos informan sobre el pasado… además, y esto también el clave, todo el potencial predictivo de las tendencias sociales contemporáneas se deriva del progreso técnico-científico y esto supone educación.
*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
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