Los castristas se embolsaban la ayuda de Obama a Cuba

Todo es escaso en Cuba debido a la colosal ineficiencia del régimen, que intenta suministrar los bienes de la población, dejando de lado la iniciativa y el empuje de los privados, motor de la economía.

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Por Mirna Navarrete

28 June 2017

El presidente Donald Trump va a cancelar parte de los acuerdos que firmó Barak Obama con Cuba, pues la única beneficiada con esa supuesta apertura es la cúpula del Estados y el ejército cubano, comandado por el yerno de Raúl Castro.

Así operaban esos negocios, supongamos que se trata de un hotel: los norteamericanos ponen el dinero para construirlo, entrenan al personal, costean los servicios, etc.

Pero a la hora de pagar a ese personal el régimen se embolsa el dinero y paga a los cubanos de acuerdo a las tarifas internas que ellos establecen, salarios entre treinta y cuarenta dólares al mes, pues “como todos somos iguales” no tiene por qué, un cirujano o quien administra el hotel, ganar más que los que hacen la limpieza del establecimiento o barren las calles de La Habana.

Esos salarios obligan a todos los cubanos a depender de lo que el régimen les da, de la “cuota” que manejan las redes del Estado centralizado y que van desde pasta de dientes hasta medicinas, lo que se entrega en dispensarios donde hay que hacer largas colas, una forma de impedir que “anden agitando”.

Todo es escaso en Cuba debido a la colosal ineficiencia del régimen de suministrar lo que la gente necesita en la cantidad que necesita, entre otras razones, tratando de obviar la creatividad y la iniciativa privada, motor de la economía.

Hace pocos años un revolucionario salvadoreño que fue a disfrutar del paraíso socialista contó que quiso comprar un analgésico para aliviar su dolor de cabeza, encontrando lo siguiente:

--en Cuba no hay farmacias, sino dispensarios;

--para que le entreguen el analgésico tenía que tener una receta médica.

Y así como los analgésicos solo se entregan con receta médica pasa con la leche y las naranjas: se dan a familias con niños, pero niños que aún no han sido enviados a campos de entrenamiento donde los indoctrinan y preparan para emplearlos en el aparato estatal centralizado.

El gran dilema para resolver: Que sea la gente la beneficiada

No está claro cómo es que el presidente Trump va a impulsar los negocios donde sean los cubanos los que se beneficien de salarios y prestaciones a través de la libre iniciativa, pues aunque esa sea la intención, lo probable es que el régimen vaya tras ellos para robarles el dinero.

Y entregar el dinero no es un acto voluntario, sino uno de “la bolsa o la vida”.

De esas necesidades eternamente insatisfechas es que las lindas jinetearas de La Habana no buscan tanto dinero sino un par de vaqueros o lociones... como ocurrió con las medias de seda y vestimentas en los países después de la Segunda Guerra Mundial.

Hay, en La Habana, tiendas y pequeños restaurantes donde un turista encuentra mucho que comprar y comer, pero Dios libre al pobre cubano que trata de entrar en ellas, no tiene el dinero para comprar y consumir.

Y la razón es muy simple: controlar a la población es racionarle alimentos, bienes, salarios... y eso aparentemente recomendó a los Castro el finado coreano, Kim Il Sung: los pueblos se domestican a través del hambre.

Romper esa diabólica formula es la gran tarea del presidente Trump y del exilio cubano de los Estados Unidos.