De ángeles y periodistas

Ya decía yo que en esto del periodismo hay mucho de divino…

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23 July 2016

No recuerdo dónde ni cuándo —y el alemán que nos hace olvidar todo, en nada me ayuda—, leí una mención superficial acerca de la similitud que existe entre la función de los ángeles y la de los periodistas. Ángel significa “mensajero” ¿y qué otra cosa somos los periodistas si no mensajeros, portadores de las que se dan en llamar buenas y malas noticias?

No puede haber mejor comparación: el Ángel de la Anunciación, el arcángel Gabriel, da a María la buena nueva —buena para los hombres justos, aunque no para Herodes, el genocida de los santos inocentes, que ve amenazados su poder y su corona— de que alumbrará a un hijo quien ocupará el trono de David, el que gobernará al mundo. Ya antes el mismo arcángel había advertido a Zacarías, cuya mujer era estéril, que esta daría a luz a un hijo que más adelante conoceremos como Juan el Bautista. Ambas fueron buenas noticias. Pero también las hay malas: dos ángeles anuncian a Lot que las ciudades de Sodoma y Gomorra serán arrasadas con fuego y azufre que caerán del cielo en castigo por sus pecados, como sucederá aquí, con ministros, diputados y otros funcionarios, cuando la Sección de Probidad, de la CSJ, saque a la luz sus abominaciones. ¡Ah y también las hay mucho peores!: siete ángeles sonarán sus trompetas, en medio de truenos, relámpagos y un terremoto, en el Juicio Final. (Como reflexión ociosa sería interesante ver cómo informaría sobre este suceso, el buenazo de Moisés Urbina después de asegurar, en su parte meteorológico, que se esperan cielos despejados para esa noche).

Los hermosos relatos que contiene el Buen Libro —la más grande y completa crónica informativa de la humanidad—, ilustran con inequívoca certeza la dualidad que implica el ejercicio de nuestra profesión: no todas las anunciaciones serán recibidas con agrado, porque no es agradar o causar malestar el objetivo de la información sino, en el caso de los periodistas, trasladar a las audiencias la verdad de lo que ocurre en torno a ellas, para orientar sus criterios, sus decisiones e informarles, además de otras cosas, sobre la conducción de la res publica, por sus gobernantes.

Creer que los periodistas obedecen a una agenda de desprestigio, burla o desinformación es el error en que caen los políticos y los funcionarios públicos cuando se les descubren mentiras, viajes ocultos, corrupciones, despilfarros o desvergonzados nepotismos, entre otras de sus muchas bellaquerías y mañosos emprendimientos. ¡No, señores! Este mes, en el que se celebra el Opus Periodístico, los invito a reflexionar en que no tratan con personas malévolas, sino con angelitos, sí —no se rían—, porque eso somos, cándidos ángeles, mensajeros sin mala intención, solo fieles a su desempeño, que se mueven entre la realidad del país y la ciudadanía. Y aunque lo anterior suene poco serio, les aseguro que es cierto.

Les contaré, colegas, que en los años 70, cuando comencé a “hacer calle”, en El Diario de Hoy, cámara al hombro y libreta de apuntes en el bolsillo, los periodistas teníamos una maltrecha reputación. En una oportunidad, al vernos entrar a una recepción la anfitriona exclamó: “¡Escondan los ceniceros que ahí vienen los periodistas!” Reputación merecida o no, es discutible, pero puedo asegurarles que en el actual oficialismo, hay quienes tienen expresiones como estas: “A los periodistas se les tiene contentos con una botellita”; “Regálenles una camisa, un certificado de regalo o un reloj, luego verán resultados”. 

Durante este mes, los encargados de relaciones públicas preparan “homenajes” con el fin de festejar a los periodistas. Yo les insto, amigos informadores, a hacer un apagón total: rechacen toda invitación y regalitos que provengan de funcionarios y políticos, cualquiera que sea la orientación y color. Si los aceptan sus nombres quedarán registrados en los libros contables que ellos llevan. Hagan valer ahora su autoestima, su verdadera calidad humana y profesional, pues de lo contrario incurrirán en complicidad con quienes roban el dinero de los contribuyentes para pagar por esas dádivas.

Y, antes de apagar mi compu, solo me resta desear a todos ustedes: ¡Feliz Día de los Angelitos!

*Periodista
rolmonte@yahoo.com