Definamos la democracia

Libertad, para que cada uno defina su propio “buen vivir”, no el inventado por el Profesor. Que cada individuo, según su esfuerzo, llegue hasta donde su capacidad se lo permita.

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29 July 2016

Finalmente, con el agua hasta la nariz, el gobierno ha reconocido que “tenemos una crisis económica”. ¡Vaya noticia! A diario y por meses lo han venido señalando las gremiales del sector privado, los tanques de pensamiento y los expertos en economía. Incluso, pronosticaron una caída en la recaudación de impuestos, que ya se dio. Y algunos se preguntan: ¿para esto es que luchamos tanto en alcanzar la democracia?

Por favor, avivémonos. No podemos progresar si el gobierno exprime a quien trabaja, inventando a diario impedimentos para la inversión y castigando con impuestos y exigencias a los honrados. Tengámoslo claro: no hay almuerzo gratis. Todo lo que tan generosamente “regala” el FMLN, no lo ha sacado de sus bolsillos (de ellos), sino de su bolsillo (de usted). Los diputados deberían derogar todas aquellas leyes que no fomentan la inversión y el empleo, sino el clientelismo y la haraganería, sumiendo a nuestro país en una crisis cada vez peor. “Es el precio de la democracia”, nos dicen.
Y, ¿cómo debe ser la democracia?

 Robert Dahl, en su libro “¿Es democrática la Constitución de los Estados Unidos?”, la describe concretamente: “Un estado, para ser plenamente democrático, debe ofrecer derechos, libertades y oportunidades. Los derechos, ligados a los deberes; las oportunidades, ligadas a los recursos”. ¡No se necesita de más!

Comencemos por los derechos: los tenemos, sí; debemos exigirlos, también; pero, primero y oportunamente, debemos cumplir con nuestras obligaciones. Es absolutamente injusto que una parte de la población esté agobiada bajo infinidad de leyes, mientras otra parte puede hacer lo que le dé su gana.

Piense, por ejemplo, en poner un pequeño negocio de comida: las exigencias son múltiples y muy rígidas, con toda razón, puesto que de ello depende la salud de muchas personas. Usted se somete a todo el proceso, invierte, se sacrifica y, cuando finalmente cumplió con todo e inaugura su negocio, se le planta enfrente un changarro lleno de moscas, que deja la calle inmunda por la basura y lava los trastes con el agua de la cuneta.

¿Qué pasa, entonces? ¿Dónde quedó la salud de la población, los requisitos, las exigencias, la ley? Ah, es que usted es “rico” y el del changarro es “pobre”, aunque al final del día él gane y usted pierda, porque usted tiene muchísimos costos y su competidor no tiene ninguno. Y este ejemplo, aplíquelo a cualquier tipo de negocio y comprenderá por qué cada vez hay menos tributación: no es que el empresario sea malo y no tribute, es que lo hacen desaparecer al negarle su derecho a una igualdad de condiciones.

¿Oportunidades? Deben crearse según los recursos disponibles. En El Salvador, el gobierno incumple olímpicamente compromisos ya adquiridos, pero diariamente ofrece más prebendas. ¡Qué pecado! Siguen engañando a la gente y quieren continuar endeudándonos por puro clientelismo. ¡No lo permitamos!

 Y, lo más determinante: libertad, para que cada uno defina su propio “buen vivir”, no el inventado por el Profesor. Que cada individuo, según su esfuerzo, llegue hasta donde su capacidad se lo permita. Que no le corten las alas, privándole de una educación de calidad. Que pueda desarrollarse en un buen empleo, porque el estado promueve la inversión privada. Que se sienta orgulloso de ser salvadoreño, porque en nuestro país podrá realizarse plenamente.

Eso sí es democracia, no la del FMLN.

* Columnista de El Diario de Hoy.