La historia de El Principito y el FMLN

Al igual que el vanidoso del cuento, no saben escuchar las críticas y prefieren la comodidad de la admiración ciega.

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04 June 2016

Uno de mis libros favoritos es El Principito. La magnífica obra de Antoine de Saint-Exupéry es más que un cuento para niños. En realidad, es un profundo llamado a vivir una existencia abierta a los demás y alerta de los peligros de la vida adulta.

Después de escuchar el discurso del Presidente Salvador Sánchez Cerén en la Asamblea Legislativa y de ver todo lo que sucedió en el posterior evento de celebración por los dos años de Gobierno, no pude más que recordar el capítulo XI de El Principito. 

Pido disculpas, estimado lector, por copiar buena parte de ese texto, pero así se entenderá mejor por qué la conexión entre lo recién ocurrido en nuestro país con la obra escrita por el francés en 1943. 

En el capítulo XI, el Principito llega al planeta habitado por un vanidoso. 

— ¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! —gritó el vanidoso al divisar a lo lejos al Principito.
Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.

— ¡Buenos días! —dijo el Principito—. ¡Qué sombrero tan raro tiene!
— Es para saludar a los que me aclaman —respondió el vanidoso. Desgraciadamente nunca pasa nadie por aquí.
— ¿Ah, sí? —preguntó sin comprender el principito.

—Golpea tus manos una contra otra —le aconsejó el vanidoso.
El Principito aplaudió y el vanidoso le saludó modestamente levantando el sombrero.

— ¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? —preguntó el Principito.
Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos solo oyen las alabanzas.

— ¿Tú me admiras mucho, verdad? —preguntó el vanidoso al Principito.
— ¿Qué significa admirar?
— Admirar significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta.
— ¡Si tú estás solo en tu planeta!
— ¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!
—¡Bueno! Te admiro —dijo el Principito encogiéndose de hombros—, pero ¿para qué te sirve?
Y el Principito se marchó. “Decididamente, las personas mayores son muy extrañas”, se decía para sí el Principito durante su viaje.

Decididamente, quienes están actualmente en el poder son personas muy extrañas, diría el Principito. Son capaces de cerrar calles y causar tremendo caos vial, de suspender labores en el ya poco eficiente sector público con tal de recibir un baño de masas que vitorean y aplauden ciegamente a su mesías político. Tal era la sed de reconocimiento, que transmitieron este evento de tinte partidario por medios de comunicación que mantenemos los ciudadanos con nuestros impuestos: el canal 10 y la televisión y radio legislativas. Además, no sabemos con certeza si se utilizaron fondos públicos para realizarlo. 

Al igual que el vanidoso del cuento, no saben escuchar las críticas –constructivas o no- y prefieren la comodidad de la admiración ciega. Basta recordar las palabras de Medardo González, Secretario General del FMLN, que ese día comparó a los críticos con un perro y se mostró totalmente cerrado al diálogo: “Son señores que no tienen otro oficio más que ladrar… Imagínense que nos vengan a hacer la plana de cómo debe de ser la reforma de pensiones, ¡claro que no! Nosotros no aceptamos eso”. 

En vez del numeroso despliegue de empleados públicos, simpatizantes y militantes del FMLN, hubiese querido ver las principales plazas del país colmadas de ciudadanos cansados de tanta demagogia e ineptitud en el ejercicio del poder, exigiendo transparencia y respuestas efectivas a los males que azotan a El Salvador. Lastimosamente la historia que hemos decidido construir como ciudadanía es otra. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar? Aún estamos a tiempo. 

*Periodista. 
jaime.oriani@eldiariodehoy.com