Matando al mensajero

Al atacar al medio de comunicación, se genera una respuesta emocional momentánea hacia noticias no bienvenidas, pero no constituye un método efectivo para brindar una solución a los problemas

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05 June 2016

"Matar al mensajero” es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas noticias en vez del autor de las mismas. Anteriormente, los mensajes eran enviados por un emisario humano, por lo que a veces el destinatario del mensaje -fuera de control después de haber recibido noticias adversas- fácilmente podía desquitar su ira con el mensajero, en vez de dirigir su furia con el responsable de generar las malas noticias.

Plutarco, en su Libro “Vidas”, narra cómo el Rey Tigranes cortaba las cabezas a los mensajeros portadores de malas nuevas, complaciéndose únicamente con aquellos que lo halagaban. Posteriormente, William Shakespeare, en sus obras “Enrique IV” y en “Antonio y Cleopatra”, satirizó la necesidad que tienen los poderosos de descargar su ira cuando a estos no les gustaban los mensajes recibidos. Cuando se le informa a Cleopatra que Antonio se casó con otra mujer, ésta amenazó con sacar los ojos al mensajero, a lo que este elegantemente responde: “Graciosa madame, yo traigo las noticias, no he hecho a la pareja”. 

Una aplicación moderna de la expresión ocurre cuando se culpa a los medios de comunicación por brindar malas noticias sobre un hecho o sobre las causas que lo generaron. Al atacar al medio de comunicación, se genera una respuesta emocional momentánea hacia noticias no bienvenidas, pero no constituye un método efectivo para brindar una solución a los problemas o adversidades que los mensajeros enuncian. “Matando al mensajero” –es decir, cerrando periódicos o noticieros, imponiendo censura o controlando libre expresión-, no es el camino por medio del cual se brinda solución a los problemas de una nación -asesinatos diarios, por ejemplo-. Ningún problema se soluciona escondiéndolo o evitando hablar de él.
 
Una variante de lo anterior es el “argumento ad hominem”. Este es un tipo de falacia que consiste en dar por falsa una afirmación tomando como argumento alguna característica propia del emisor de esta. Mediante ella, se intenta desacreditar a la persona (político, analista, periodista) que defiende una postura, señalando una característica de esa persona (“oligarca”, “evasor”) o fomentando una creencia impopular respecto de ella (“narco”, “escuadronero”, “pluma pagada”).

Este tipo de recurso es una técnica retórica poderosa, usada habitualmente por políticos populistas para convencer a quienes se mueven más por sentimientos y reacciones emocionales que por razones lógicas. No se atacan los argumentos propiamente dichos, sino al hombre o institución que los produce y, más concretamente, su origen, raza, educación, riqueza, pobreza, estatus social, pasado, moral, familia, etc.
 
Lamentablemente en El Salvador, de forma habitual se ataca a las personas o instituciones molestas para el Gobierno o para los grupos de poder, en vez de atacar las ideas –sociales, económicas o políticas- enunciadas, promovidas o defendidas por estos. Así vimos persecuciones judiciales, sin base, contra prominentes pensadores y editorialistas salvadoreños de oposición (Miguel Lacayo y Guillermo Sol Bang, por ejemplo), promovidas para callar sus ideas y paralizar sus plumas; ataques personales derivados de situaciones familiares para descalificar a titulares de fundaciones molestas al gobierno; calificar de “evasores de impuestos” -sin ninguna base real- a grandes empresarios o reconocidos medios de comunicación, para restar validez a sus sólidos argumentos; o calificar de “vendidos” o de “plumas pagadas” a pensadores de izquierda que no aceptaron alinearse con las nuevas políticas desarrolladas por el partido en el poder.

Creo que personalizar el ataque es un acto vil y cobarde, ya que quien voluntariamente acepta renunciar a la comodidad del anonimato para exponer sus ideas en público para el bien de la colectividad, no solo merece todo respeto (aunque no se compartan sus ideas), sino también debería ser objeto de admiración por el solo hecho de sacrificar su vida privada en pos de sus ideales, sean estos de izquierda o de derecha.
 
La verdad sea dicha, considero que cuando políticos y hordas de Trolles controlados por estos atacan a la persona en vez de atacar sus ideas, es por el simple hecho de no tener suficientes argumentos para contrarrestar lo acertado y real de sus mensajes; y esto es debido a que la democracia en El Salvador ha avanzado a un ritmo superior al que ha avanzado la calidad de ideas, recursos y debates de la clase política. Los ciudadanos seguimos a la espera de debates políticos de altura, centrados en propuestas reales y viables para brindar solución a los importantes problemas del país, y no en golpes bajos y críticas barriobajeras, que únicamente entretienen a su fanático “voto duro”, sediento de escándalos y shows mediáticos. 

Ojalá que dentro de poco, con la incorporación de nuevos actores políticos, los electores podamos presenciar discusiones de ideas y planteamientos técnicos, para que de una vez por todas, dejen de cortar cabezas a los que se atreven a actuar como portadores de estas.
  

*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica