¡Nos duele El Salvador!

La prolongada guerra, la fragmentación y el círculo perverso de la desconfianza ha roto nuestra alma, como salvadoreños.

descripción de la imagen

Por

06 June 2016

En su famosa frase “Me duele España”, Miguel de Unamuno expresa su profunda preocupación por un país fragmentado, retrasado y aislado que acabaría enfrentándose a una guerra civil. Pero, sobre todo, refleja un ‘alma’ que busca la regeneración, el cambio y el progreso.  He tomado sus palabras prestadas, porque en este país a muchos ‘Nos duele El Salvador’, como antítesis de un anhelo de convertirnos en ciudadanos plenos.

Los resultados mediocres hasta ahora —a pesar del triunfalismo y autocomplacencia del discurso del segundo aniversario presidencial— son, a mi juicio, una responsabilidad que nos compete a todos y no solo al gobierno de turno. No pretendo ser negativa sino, al contrario, resaltar el compromiso que podemos y tenemos capacidad de asumir, como ciudadanos plenos, para dar un rumbo adecuado a nuestro país y no descansar en la ‘esperanza’ que nos vende el gobernante del momento. No gastaré mis palabras en criticar a los partidos políticos —gobernantes y oposición—, sino en hacer un llamado a nosotros, la ciudadanía, porque tenemos una visión de país que queremos y compartimos a través de los cambios generacionales, la modernización y la democratización, y el anhelo de asemejarnos a sociedades más justas, más libres y más prósperas.

La incapacidad del establishment político en dar respuestas a los males más profundos de El Salvador es una triste realidad. Nuestra mayor traba, sin embargo, es permitir que nuestro pasado condicione nuestro futuro. Por la continua vigencia del pasado en nuestro presente somos incapaces de superar nuestros males: la exclusión social y económica, la impunidad, la intolerancia ideológica y el irrespeto a la vida y al medio ambiente. Debemos acordar condiciones objetivas (más allá del diálogo por el diálogo) para que nuestro país crezca sostenidamente, y así generar empleo de calidad y digno, reduciendo los niveles intolerables y vergonzantes de informalidad. Debemos dejar de hacer ojo pacho a la contaminación y destrucción ambiental; solucionar el tema del agua; abandonar la administración de la pobreza para superarla definitivamente; y apostarle seria y presupuestariamente a una educación de calidad más allá del reparto de “lempitas”.

La desigualdad, la impunidad y la irresponsabilidad en la gestión pública son aspectos críticos que están contribuyendo a que le fallemos sistemáticamente a las nuevas generaciones. Lamentablemente, somos una sociedad que seguimos expulsando a nuestros conciudadanos, desesperados, sin oportunidades económicas o con temor a morir en un país en donde la ‘muerte’ está a la orden del día. Emigramos, pero, desgraciadamente, el país sigue sin cambiar, sin ser más acogedor para muchos salvadoreños.

¿Pero por qué seguimos, como ciudadanos, avalando una sociedad que ha quedado entrampada en su mediocridad e inercia? Estoy convencida de que estamos en un punto de inflexión, tanto como nación como en nuestra vida política, y que podemos dar un salto al desarrollo y obtener lo que hasta ahora la ‘guerra’ y la ‘paz’ no han logrado conseguir. Es necesario huir de parabienes y de triunfalismos. Ya no queremos ver que se los ‘repartan’ entre los que acordaron su ‘paz’, ahora sentados en las sillas de las decisiones de Estado y que, después de 25 años, no han solucionado los problemas esenciales del país.

Soy salvadoreña, crecí en este país, viví la guerra, vi la muerte, sufrí la desintegración familiar, he sido discriminada por ser mujer y sigo creyendo en mi país. Creo que los problemas fundamentales los resolveremos.
 
En un país en donde la mayoría de ciudadanos anhelamos la democracia, si un hijo sufre, todos sufrimos; si a un hijo le duele, a todos “nos duele El Salvador”. La prolongada guerra, la fragmentación y el círculo perverso de la desconfianza ha roto nuestra alma, como salvadoreños.

¿Cómo acabar ese dolor con la oportunidad del 25 aniversario del Acuerdo de Paz, y revertir este camino de sufrimiento, fragmentación, desconfianza e impunidad? Es un reto que como ciudadanos tenemos que retomar. “Se viaja no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte”, dijo Unamuno. Esperamos que esto deje de ser una realidad en nuestro país.
 

*Columnista de El Diario de Hoy. 
@cavalosb