Los argonautas en la mitología griega fueron los héroes que navegaron desde Págasas hasta la Cólquide en busca del vellocino de oro, comandados por Jasón. Sus avatares fueron contados en varios poemas épicos de la Antigüedad.
El nombre de argonautas fue tomado del nombre de la nave en la que viajaron, bautizada en honor a su constructor: Argos. La historia de los argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas e incorpora numerosos elementos comunes en las historias populares: un héroe al que se le envía a un viaje peligroso, imponiéndole una tarea imposible de llevar a cabo, pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados inesperados, algo parecido a lo que vivimos todos los usuarios de las calles del Gran San Salvador: nuestra historia épica de manejar de un punto A hacia un punto B, aventura que resulta ser propia de una tragedia griega.
Nuestras penas se originan desde el advenimiento del malvado Leviatán (otro nombre con que se conoce al SITRAMSS), así como de la construcción de los pasos a dos niveles, los cuales, luego de una inversión millonaria, logran agilizar el tráfico en un tramo de 150 metros, resultando muy útiles para darnos una bonita vista de los centros comerciales adyacentes mientras avanzamos a 10 km por hora.
El mítico viaje de los argonautas fue descrito en numerosas obras literarias de la Antigüedad, de igual forma, los avatares de los afligidos motoristas salvadoreños han sido recogidos por todos los periódicos y noticieros, como fiel testimonio de las enormes desventuras y sacrificios que implica manejar en la San Salvador de nuestro amores.
En un futuro, nuevas generaciones leerán al lado de una hoguera, en qué consistía la ardua tarea de llevar los niños al colegio todas las mañanas, aventura la cual haría palidecer al mismo Homero, quien si hubiera conducido en hora pico sobre el Paseo General Escalón, hubiera podido fácilmente escribir un nuevo capitulo de cuando el Argos navegaba entre las rocas errantes, sujeto a innumerables sinsabores.
El relato completo más antiguo que se ha conservado de la expedición de los Argonautas, es la Pítica IV, de Píndaro, que pertenece al siglo V a. C., existiendo otros relatos, como el atribuido a Eumelo de Corinto, datado en el siglo VIII a. C. De igual forma, las dificultades sufridas por los usuarios del transporte público salvadoreño, también se han conservado en numerosos poemas épicos que recogen el imaginario colectivo. Por ejemplo, en el poema “A mi me cuesta tres coras”, el poeta narra lo que le cuesta a un ciudadano de a pie, moverse diariamente de Merliot a Soyapango, pasando de bus en bus, apretujado y manoseado, mientras suena -no los cantos de las insinuantes sirenas que embrujaban a los marinos para que chocaran contra las rocas-, sino una salvaje música de reggaetón como si fuera tocada por una banda de malvados centauros, que hace pensar que te encuentras en una nave fletada directo al Hades.
Por su parte, los conductores del transporte público, igual que los cíclopes, se han convertido en seres casi mitológicos, capaces ellos de desarrollar una magia tan poderosa, que hace que un armatoste construido en Detroit en 1950, sea capaz de acelerar de 0 a 100 km por hora, en 30 segundos; dando la sensación a los usuarios, de estar inmersos en un programa de adiestramiento para astronautas. Tamaña velocidad es utilizada solo para frenar –desafiando todas las leyes de la física- ante el semáforo que se encuentra a 10 metros del punto inicial de aceleración, provocando con ello el unísono cabeceo de todos los ocupantes de la unidad. Todo lo cual, visto desde fuera, pareciera que estamos en presencia de las míticas Nereidas en su sensual y coordinado baile para conquistar a Poseidón.
Este artículo no es más que un mitológico tributo a esos miles de salvadoreños, que a pie o en carro, igual que Sísifo que subía a diario la piedra a la cima del monte, solo para darse cuenta que al día siguiente la tenía que volver a subir, todos los días tenemos que batallar con ese monstruoso tráfico que no nos da respiro, pero que, valientes como somos, nos la arreglamos a diario para llegar a nuestros colegios y oficinas, solo para darnos cuenta que al día siguiente nos espera otra “gran trabazón” igual o peor; y es que a la fecha, pareciera que Plutón se divierte confundiendo la razón de nuestros encargados de planificación, a quienes los dioses le robaron la llave para sacarnos del laberinto que se han convertido las calles de esta única y bella ciudad.
*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica