Este sábado nos sacudió la noticia de la partida de Adam West, el actor que diera vida al Batman de los años 60, y vinieron a mi mente muchos recuerdos.
Y no hablo de la muerte, sino de la partida, porque estos personajes nunca mueren. Entre ellos y nosotros solo se marca una distancia temporal. Siguen en nuestras mentes y corazones, como referentes del bien y la justicia, de la honestidad y de la valentía, valores que tanta falta hacen en nuestro tiempo.
Lo mismo podemos decir de Roger Moore, el corajudo, ocurrente y gentil James Bond de los 70, que nos dejó hace un par de semanas.
Esos eran los tiempos en los que se podía caminar por un El Salvador en paz y más seguro, con la capital iluminada por neones y cada día resucitada por la algarabía y el bullicio de la muchedumbre en las calles.
Si la memoria no me falla, los “babyboomers” de entonces veíamos a Batman en YSR TV Canal 2, primero en episodios en blanco y negro de los años 40 y luego la colorida de los 60, en horario estelar de las 6:00 de la tarde.
Adam West personificaba a Bruno Díaz, acompañado de su inseparable entenado y amigo Ricardo Tapia (Burt Ward), Robin el Joven Maravilla… “¡Santas reminiscencias, Batman!”.
Entre música de twist, jerk y go go y sicodélicas onomatopeyas (Bam! Pow!), veíamos a ese Dúo Dinámico luchar contra los enemigos de la justicia y embelesar a hermosas mujeres, incluyendo a Gatúbela y después a Batichica.
Con el Tema de Batman, en las radios se programaba música de The Beatles, The Monkees, Gerry and The Pacemakers, Los Supersónicos, Los Intocables y Los Vikings, Enrique Guzmán, Angélica María y Alberto Vázquez.
Era la Época de Oro de la radiodifusión salvadoreña, con una incipiente Radio Femenina liderando la Nueva Ola y acaparando a la juventud de entonces, con voces como las de Tito Carías, Willie Maldonado y Leonardo Heredia.
Mientras Adam West entretenía a los hogares salvadoreños a partir de 1966, en el mundo exterior no todo era “amor y paz”: se volvía más inflexible la Guerra Fría, se atizaba la Guerra del Vietnam, Estados Unidos y la Unión Soviética endurecían a los regímenes bajo sus égidas, se fortalecían los movimientos guerrilleros marxistas en Latinoamérica, la Iglesia Católica posconcilio Vaticano II dejaba atrás siglos de tradición tridentina y surgían los desencuentros que llevaron a la Guerra de las Cien Horas a Honduras y El Salvador.
Para entonces, en plena Era Espacial y con el primer hombre en la Luna en 1969, la gente era acosada por los fantasmas de una posible guerra atómica y por las creencias del fin del mundo al llegar al año 2000, que ya no se veía tan lejano.
Los efectos de la tensión entre potencias de entonces podían reflejarse en la saga del cine de “El Planeta de los Simios”, que también tuvo una serie en televisión y que presentaba un mundo gobernado por primates: los orangutanes eran los gobernantes teocráticos, los gorilas eran los militares y los chimpancés eran los civiles y científicos, todos dirigiendo una sociedad posapocalíptica en la que los humanos eran tratados como animales.
En el mundo según nosotros, Batman era el superhéroe archimillonario que dejaba su mansión para salir de incógnito de la baticueva a las calles a hacer el bien y la justicia. Solo tenían que reflejar la batiseñal en el cielo para que acudiera por tierra (batimóvil), por aire (baticóptero y batiavión) o por mar (en la batilancha?).
Si bien todo era fantasía y ciencia ficción, gracias a esas historias pudimos aprender a diferenciar entre la bondad y la maldad y ahora nosotros tenemos que ser quienes luchemos contra la corrupción, la impunidad y la mentira que pretenden ganarnos la partida.
La humanidad vive otra guerra, tanto o quizá más mortífera que las anteriores porque el mal ya no viste uniformes sino que busca atrapar espíritus y obligarlos a cometer atrocidades en nombre de la fe y las ideologías.
Siguiendo el ejemplo de Adam West, nosotros siempre estaremos prestos para luchar por el bien al escuchar la frase: “¡A los batitubos!”.
Editor Subjefe de El Diario de Hoy.