¿Imposible detener los atentados terroristas?

La mayor dificultad para contrarrestarlos radica en que, antes de cometer una misión suicida, pueden residir varios años en vecindarios tranquilos y confundidos entre los demás.

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Por Mirna Navarrete

08 June 2017

Después de conocer los últimos atentados en Francia, Egipto y últimamente en Manchester y Londres, Inglaterra, con saldos de centenares de fallecidos y lesionados, los terroristas suicidas se han convertido en un reto para la civilización, porque al menos hasta hoy no hay forma eficaz para controlarlos. Desafortunadamente los atentados no los dirigen hacia objetivos militares sino contra la población civil, es decir niños, personas de la tercera edad, mujeres embarazadas, jóvenes, etc.

Probablemente la mayor dificultad para contrarrestarlos radica en que antes de cometer una misión suicida pueden residir varios años en vecindarios tranquilos, confundidos entre los demás parroquianos, acatan las normas de la comunidad y se comportan aparentemente como personas normales sin denotar para nada su mentalidad evidentemente torcida y desviada. Sin embargo, una vez reciben la señal de sus dirigentes entran en acción y deciden, por ejemplo, dinamitar un hospital, una iglesia, una sala de conciertos o embestir una multitud con un camión a gran velocidad.

Si bien los psicópatas también realizan atentados y matan sin discriminación habitualmente actúan como “lobos solitarios”, se delatan fácilmente por su conducta antisocial y en la universidad, escuela o comunidad son conocidos por “locos” o por “raros” y hasta han sido tratados en más de una ocasión en centros de atención psiquiátrica.

Todos los terroristas suicidas proceden el Medio Oriente, hasta hoy no hay noticias de que se formen y produzcan en el seno de otras denominaciones religiosas lo que naturalmente no significa que todos los musulmanes sean terroristas.

Los candidatos a convertirse en “maquinas destructivas” luego de seleccionados desde muy jóvenes son sometidos a intensos “lavados de cerebro” introduciéndoles conceptos como “tu formación es la única verdadera todos los demás son infieles”, “luchas por una injusticia”, “lo que has aprendido es la única verdad todos los demás están equivocados”, “solo tú tienes la razón” y “el martirio de morir cuando cumplas tu misión es un acto de honor que llevará felicidad a tu familia y a tu pueblo”.

La formación del terrorista se fundamenta en que el hombre debidamente indoctrinado, sobre todo si se aprovechan sus resentimientos, se le convence que lucha por una causa supuestamente justa y en determinadas circunstancias, es el único animal en la escala zoológica que puede matar por matar. De ahí que la deformación mental puede llegar a tales extremos que eliminar “infieles” no les provocan lastima, compasión, sentimiento de culpa ni cargo de conciencia.

Lo que asombra es la mentalidad de los dirigentes de las organizaciones, sectas, agrupaciones o estados que envían terroristas a otros países con misiones destructivas, realmente ¿Qué ganan con liquidar víctimas inocentes? ¿Qué beneficios obtienen con causar pánico?, ¿En qué forma fortalecen su causa? Porque en la práctica fuera de atemorizar a la gente solamente se ganan el rechazo, el repudio y la condena del mundo civilizado. Tal parece que les importa un bledo que los cataloguen como seres irracionales que han perdido hasta el instinto biológico de conservar la vida.

No pocos psiquiatras coinciden en que los seres humanos indoctrinados y manipulados desde la infancia, sobre todo aprovechándose de sus resentimientos y perturbaciones emocionales, una vez convertidos en “robots” que tienen como objetivo único aniquilar a sus semejantes, son definitivamente irrecuperables, al igual que los delincuentes con personalidad criminal y los violentos por naturaleza como resultado de aberraciones cromosómicas.

*Colaborador de El Diario de Hoy.