Mi memoria lo retrata alto y flaco, de tez clara, sin barba, con bigote espeso y cuidado; cabello, cuando largo, colocho. Aunque sin alcanzar niveles de presidente de órgano de Estado, su importante nariz daría material suficiente a un caricaturista para entretenerse. Mesurado y preciso en sus palabras, eficiente en sus acciones; de talante reflexivo y serio pero de carcajadas espontáneas, francas y sonoras cuando algo le hacía gracia.
Ordenado y meticuloso, cual contador de oficio; como buen caballero de los de antes, educado, en ambos sentidos del término; en su vestimenta, austero y sobrio. Durante una entrevista radial le escuché comentar —para asombro de la simpática entrevistadora, que no se lo creía— que suele mantener tres pares de zapatos en su closet: los negros, los cafés y los deportivos. ¿para qué más?
Educador nato, pero también formado en la academia y en la experiencia. Recuerdo sus clases: interesantes, estructuradas y conceptualmente sustanciosas. Nunca se ufanó de citar muchos autores, pero cuando lo hacía era siempre con propiedad y del todo atinente al tema en cuestión. Sin importar el contenido que desarrollara en clase, siempre había espacio para las aplicaciones a nuestra vida cotidiana fuera de las aulas; del mismo modo, el análisis de la realidad se colaba siempre en las reflexiones educativas y de vida que nos compartía. Hay que aclarar, por aquellos debates sobre la formación docente, que nunca asistió a una Escuela Normal.
De prosa clara, siempre gustó de cuidar la corrección en la expresión escrita. Escribía con frecuencia y facilidad textos fluidos, libres de florituras, consistentes con su idea que hay que enseñar a escribir para que las personas puedan expresar su pensamiento. Gran amante del deporte, más por las enseñanzas de vida que se derivan de su práctica que por ser él mismo un deportista dotado. Siempre que pudo acompañó a los equipos del colegio y durante mucho tiempo, fue entrenador —director técnico más precisamente— de equipos que competían semiformalmente en campeonatos de fútbol en ligas estudiantiles y comunales.
Años después de ser su alumno en secundaria, tomé contacto, con la teoría del Aprendizaje Significativo, tan citada en los documentos de los Ministerios de educación latinoamericanos desde la última década del siglo pasado: cuando me tocaba revisar los textos y manuales que surgieron con el objetivo de ayudar a los docentes a preparar sus clases para promover eficazmente el aprendizaje en sus alumnos, siempre me pareció que describían tan cercanamente su estilo docente, que él mismo pudo haberlos escrito. Las elaboraciones teóricas sobre motivación y disciplina escolar, sobre modelos de enseñanza y aprendizaje, sobre evaluación de los aprendizajes y sobre tantos otros temas propios de la psicología educacional que revisé durante mis estudios de maestría, me hacían recordar el espíritu que lo ha animado siempre a considerar la educación de los jóvenes como el asunto de la mayor importancia nacional.
Por muy buenas que fueran sus clases, su ejemplo era, sin embargo, mucho más fuerte. Plenamente consciente de ello, cuidaba su contacto personal con los alumnos de manera especial. ¿Cuántos se beneficiaron de sus consejos ofrecidos con pleno entendimiento de la situación por la que pasaba el aconsejado? Íntegro en su proceder, ¿cuántos más se habrán beneficiado de una amistad más cercana y directa con él? Mentor más que docente, maestro más que profesor.
No es casual que el día del maestro se celebre tan cercanamente al día del padre. Muchas veces los roles son intercambiables. Todos los padres son maestros de sus hijos (para bien y para mal) pero pocos maestros son capaces de asumir el papel de guía sensato y confiable que tanto necesitan algunos de los alumnos a su cargo. ¡Y ésos son los maestros que más requerimos en la actualidad! ¡Feliz día a los verdaderos maestros!
*Colaborador de El Diario de Hoy