Los jefes de Estado reunidos en la conferencia del G-7 no lograron convencer al presidente Trump de apoyar iniciativas contra el “cambio climático”, la nueva religión mundial que sataniza a quienes no creen en esos pajaritos preñados.
¡Un fuerte aplauso para el presidente Trump!
Como lo hemos venido diciendo, una cosa es depredación del medio ambiente, lo que incluye la contaminación de ríos y costas por plásticos, la tala indiscriminada de bosques, el emporcamiento del aire o la extinción de especies animales, y otra “el calentamiento” global, que no depende de lo que el hombre haga, sino que se determina por las cíclicas variaciones de la actividad del Sol, que por momentos agita su superficie lanzando al espacio lenguas de fuego varias veces mayores el tamaño de la Tierra.
El mundo se ha movido regularmente entre períodos calurosos, como el que marcó la época alrededor del Nacimiento de Cristo, con periodos de enfriamiento. Mil seiscientos años después del relativo calentamiento de la Tierra, hubo una pequeña edad glacial; en qué punto nos encontramos nosotros en este momento, no se sabe; pero algunos vaticinan que vamos hacia otra edad de hielo como la que sufrió la Tierra hace trescientos mil años, en la época de los mamuts y del tigre de dientes de sable.
“El petate del muerto” de los “calientistas” son las emisiones de gas carbono por fábricas y vehículos en el mundo, pero esas emisiones son muy poca cosa comparadas con el bióxido de carbono emanado por el plancton de los océanos, muchísimas veces mayor que toda la actividad industrial y biológica del hombre.
Y a eso hay que agregar la influencia de las nubes en el clima, lo que no se ha estudiado en la apropiada medida pero que también es mas poderosa que toda la industria sobre el globo.
Para muchos, lo del calentamiento global es un esquema para detener la industrialización del segundo y tercer mundo, al forzarlos a autoimponerse regulaciones muy costosas, como cuando se exige a naciones africanas ricas en petróleo y gas natural, a optar por usinas solares, generadoras de viento, etc., procedimientos mucho más costosos que extraer el petróleo y usarlo para generar electricidad. Es natural que el uso sin control de máquinas de combustión interna contamina el medio ambiente, pero más lo contaminan esquemas y políticas como las impuestas en El Salvador, que generan los enormes atascos vehiculares y por consiguiente aire emporcado.
Ninguna ciudad del mundo puede ordenar el tráfico de vehículos, lo que de por sí es un problema muy complejo, poniendo la tarea en manos de cavernícolas.
Los cauces secos de viejos ríos
son profundas heridas infectadas
Nuestro martirizado país es un triste ejemplo de lo que torpezas e ignorancia pueden causar, comenzando por la entrega indiscriminada de tierras a excombatientes que llegaron, talaron los árboles, los vendieron con leña y se largaron, como la creencia de que la agricultura va a impulsarse, agricultura a gran escala, regalando bolsas de semilla y nombrando a ignorantes para definir políticas agrarias o el manejo de las aguas sin ninguna iniciativa sensata, que es la creación de embalses por todo el territorio para guardar los enormes caudales que nos caen del cielo.
Los cauces secos de viejos ríos, ahora llenos de basura como los tragantes urbanos, son profundas y sangrantes heridas infectadas en el cuerpo nacional.