Salvador en el país de las maravillas

El discurso de tres años de Sánchez Cerén deberíamos considerarlo una ofensa, un daño a la decencia y a la inteligencia de cualquiera con dos dedos de frente.

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Por Inés Quinteros

03 June 2017

La mañana del jueves 1 de junio todo era esplendor y belleza. La luz del sol venció los nubarrones amenazantes, el verde de las plantas recién bañadas por la lluvia lucía y el aire despedía una frescura como pocas veces lo hace en esta época. El cielo premiaba a los salvadoreños con paz y tranquilidad el día en que el presidente Salvador Sánchez Cerén presentaba su informe de tercer año de gobierno.

En sus palabras, el mandatario nos confirmó lo que tal ambiente mostraba a los salvadoreños: que este país, además de su belleza natural y de su buena gente, va bien, por buen camino, que vamos avanzando ahora más que nunca, gracias a un gobierno preocupado por los desfavorecidos, a pesar de tener que sortear con tantas dificultades y las oposiciones de las malignas fuerzas ocultas de esta nación.

Pensaba, con falsas esperanzas, que todo era un sueño, pero la realidad era más bien cruel y cínica: el profesor hablaba en serio y todo estaba ocurriendo en verdad. Y mientras me lamentaba por ese discurso quimérico, tan alejado de nuestra cotidianidad, venían a mi cabeza unas palabras del dramaturgo Calderón de la Barca, usadas en este caso desafortunadamente: “¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; (...) que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Sueños y fantasías, en sentido peyorativo, emanaban del discurso presidencial. Ni Lewis Carroll habría logrado crear un mundo paralelo tan bien logrado y con una lógica interna (comprendida solo en sí misma) envidiable. Cuando se jubile el presidente –o quien escribió esas palabras– podría encontrar cabida en la literatura fantástica. ¡Quién quita que algún día tengamos un Tolkien salvadoreño!

Pongámonos serios y dejemos el sarcasmo. Tal informe deberíamos considerarlo una ofensa, un daño a la decencia y a la inteligencia de cualquiera con dos dedos de frente.

“Más de dos millones de turistas vinieron a El Salvador, ingresaron mil 200 millones de dólares al país. Y no hay dificultad en venir, porque la gente se siente en confianza, no hay problema de inseguridad, la gente aprovecha estos espacios”, afirmó Sánchez Cerén, mientras dirige un país con 15,700 homicidios en tres años, siendo los más violentos en nuestra historia reciente. Sumemos a esto las extorsiones y el control territorial de las maras, que tienen en jaque a las autoridades y hacen vivir interminables dramas a tantas familias obligadas a abandonar sus hogares, aún sin tener dónde ir, o a no poder circular libremente.

También destacó los logros del programa “Jóvenes con todo”, una oda al asistencialismo. ¿De qué sirve cuando muchos ven trincados sus deseos de superación a través del estudio, por las pésimas condiciones de las escuelas públicas o porque están amenazados por las pandillas por el simple hecho de estudiar?

Los “precios bajos” de los medicamentos fue otro punto mencionado. Según el presidente, aquí tenemos unos de los más baratos en Centroamérica. Puede ser. Pero entonces, ¿por qué el desabastecimiento en los hospitales, como el Rosales? Y viendo el panorama más ampliamente, es triste ver cómo se encuentra la infraestructura sanitaria, que si no se ha desplomado, es por pura fortuna.

Fuera del recinto legislativo, el profesor era esperado por funcionarios, dirigentes del partido oficial y simpatizantes. El discurso no fue más que lo mismo, aunque un tanto más incendiario, como suele suceder, contra los magistrados y aquellos sectores que se oponen al gobierno del “Buen vivir”. No vale la pena reproducir tales palabras, solo aquella ceguera de los acarreados hipnotizados por un plato de pollo y algunas tortillas con queso.

Por cierto, ¿cuánto gastaron en ese evento llevado a cabo en la Diagonal Universitaria? ¿Fue pagado con el dinero de todos los salvadoreños? En ese caso, mejor no haber hecho nada, pues los fondos públicos no sobran, lo sabemos bien. Quizás era importante para el profesor y su gabinete recibir su baño de masas y ovación como una dosis de autoestima, en reconocimiento por un trabajo que no hacen.

* Periodista.

jaime.oriani@eldiariodehoy.com