Si alguien lleva siglos haciendo política son los europeos. Han tenido de todo: desde democracia griega hasta la actual Unión Europea, pasando por monarquías gobernadas por santos, por simples y por malvados, totalitarismos sostenidos por brutales represiones, y épocas de libertad. Hambres, guerras, pestes y anarquía: humanidad y barbarie en veinticinco siglos de historia.
Europa es la cuna de la civilización occidental, la fragua en que fuimos forjados como personas y como cultura.
Pero está enferma, cansada. Es un secreto a voces. Una verdad incómoda que, en último término, solo puede comprenderse en toda su profundidad desde la misma cultura europea que en ciertos e importantes puntos, languidece, pero en otros se mantiene fuerte y sana.
El diagnóstico lo hizo hace unos días Francisco: “¿Qué te ha sucedido Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?” ¿Por qué has vendido tu alma a lo inmediato, y miras solo a lo útil, empeñándote en construir recintos particulares y abandonar la casa común?
Lo hizo en el discurso que pronunció con ocasión de la entrega del Premio Internacional Carlomagno, que la ciudad de Aquisgrán le otorgó por su compromiso y empeño a favor de la paz, de la comprensión y la misericordia.
Hay mucho que aprender para nosotros en las palabras del Papa, y más en esta difícil y complicada situación política y social por la que atraviesa nuestro país. ¡Qué daríamos por ser capaces de tener y poner a trabajar “la creatividad, el ingenio, la capacidad de levantarse y salir de los propios límites que pertenecen al alma de Europa”! Si alguien ha dado testimonio, después de una catástrofe como las dos guerras mundiales, de que la humanidad tiene capacidad de un nuevo comienzo, han sido los europeos.
Dieron muestra de que la mejor unión no es la que se logra por imposición, ni por aniquilación del contrario, sino por el compromiso en la búsqueda del bien común. Renunciando para siempre a enfrentarse.
¿Cómo lo hicieron? Por medio de la política y de los políticos. Una política y unos políticos jóvenes, soñadores, emprendedores. Una forma de vivir en comunidad Europa debe recuperar, y nosotros con ella.
En El Salvador tenemos una política –parafraseando a Francisco-: cansada y envejecida, no fértil ni vital, donde los grandes ideales que inspiraron la paz parecen haber perdido su fuerza de atracción. Una política tentada de querer asegurar y dominar espacios más que de generar procesos de inclusión y de transformación; que se va atrincherando en lugar de privilegiar acciones que promuevan nuevos dinamismos en la sociedad, capaces de involucrar y poner en marcha a los agentes sociales (grupos y personas) en la búsqueda de nuevas soluciones a los problemas.
En resumen, para empezar a superar nuestros problemas es imperativo que todos, todos, tomemos nota de lo que indica Francisco, y que -como explicaba- constituyó la clave del éxito, y la fuerza, del pensamiento de los padres fundadores de la Unión Europea: redescubrir la verdadera naturaleza de la política, que está modelada por tres notas: su capacidad de integrar, el compromiso de dialogar, para poder en un tercer momento, generar.
“Después de muchas divisiones, Europa se encontró finalmente a sí misma, y comenzó a construir su casa”. Es la hora, también para nosotros, de buscar asentarnos y construir, convencidos de que “las dificultades también pueden convertirse en fuertes promotoras de unidad”.
*Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare