Hace unas semanas, mi colega Ricardo Avelar recordaba un viejo brindis irlandés: “Ojalá permanezcas treinta minutos en el cielo antes que el diablo sepa que has muerto”. No lo hacía como un mal augurio para los fallecidos, sino para advertir a los partidos políticos tradicionales que la ciudadanía está despertando, exigiendo mayor transparencia y políticas eficaces para hacer frente a los grandes desafíos que tenemos como país.
“A quienes ahora disfrutan las mansas aguas del poder, prepárense para una ola que, con sus actitudes presentes, no podrán navegar. O se actualizan o disfrutarán esa media hora antes que despertemos y sepamos que ya no nos representan”, concluía Avelar en su columna titulada Treinta minutos en el cielo, la cual recomiendo leer.
No podemos esperar tanto tiempo para reaccionar, ni estar de brazos cruzados mientras vemos cómo se nos hunde el barco. Es paradójico que muchos reaccionan rápidamente en las redes sociales o ante la Defensoría del Consumidor cuando han recibido un mal servicio por parte de una empresa, pero cuando el Estado no cumple su función, con suerte hay reclamos. Y, sin embargo, a los políticos que nos gobiernan les pagamos sus salarios con el dinero de nuestros impuestos.
En medio de todas las dificultades que atravesamos –económicas, sociales, de violencia y de corrupción- tenemos una oportunidad para unirnos. Esta urgencia nos exige vencer la comodidad y asumir la responsabilidad que tenemos cada uno de los salvadoreños por nuestro país.
Alexis de Tocqueville, pensador francés y autor del libro La democracia en América, decía que la salud de una sociedad democrática puede medirse por la calidad de las funciones desempeñadas por los particulares. Rompamos el paradigma que nos hace pensar que la democracia es simplemente ejercer el voto. Nuestra democracia, que aún debe madurar y fortalecerse, necesita de una ciudadanía protagonista que constantemente exija transparencia y políticas que respondan a lo que deseamos.
Lo primero es evitar la polarización en los temas importantes de nación. De lo contrario, caemos en el juego ciego de las ideologías y de la politiquería, generando fricciones que no nos llevan a ninguna parte. Basta ver lo sucedido con la Reforma de pensiones, que, afortunadamente, no ha sido aprobada. De nuevo han podido más los dimes y diretes, el discurso de los “ricos contra pobres”. Por la complejidad del tema, lo lógico es que el Gobierno la discuta con base a un buen análisis técnico, involucrando a todas las partes. Ciudadanía y medios de comunicación unidos podemos colaborar en transparentar el debate.
Un ejemplo positivo fue que saliera a luz el estudio “Diagnóstico y Evaluación de escenarios”, elaborado por el Banco Central de Reserva, el Ministerio de Hacienda y la Superintendencia del Sistema Financiero en mayo de 2014, el cual el Gobierno no hizo público en su momento.
Gracias a la solicitud de acceso a la información que hizo Funde, este documento se divulgó y algunos medios dieron a conocer su contenido.
También debemos estar atentos a no poner nuestras esperanzas en los “mesías políticos”, aquellos personajes que aparecen en la vida pública con una aparente disrupción de la política tradicional, apoyados en una enorme y estética máquina propagandística, con la que a veces se destruye a todo aquel que se atreva a cuestionar sus acciones. Estos salvadores son expertos en hacer cosas sin importar su costo o el endeudamiento que conllevan. Para gobernar una ciudad o un país, no bastan “nuevas ideas”, hacen falta buenas ideas –sean popularmente aceptadas o no- que desemboquen en políticas públicas serias y con visión a largo plazo.
¿Qué estamos haciendo como ciudadanos para sacar adelante a nuestro país?
*Periodista