A la palabra amor, como concepto universal, se le ha ido quitando su significado original, en ocasiones haciendo que pierda el sentido propio y volviéndolo un grupo de sílabas carentes de sentido. Por esta razón, es importante volver al origen primigenio del vocablo y recordar que la descripción actual de los diferentes “tipos de amor” se lo debemos a los griegos, quienes disponían de diferentes palabras para describir lo variado de este sentimiento, es así como dentro de las diferentes categorías que tenían para definir este noble sentimiento, mencionaban especialmente el clásico amor pasional “eros”, la profunda relación de amor y familiaridad de “filos” y el tan necesitado amor desinteresado “ágape”; que concretaban en ese sentimiento de especial unión entre parejas, hermanos/amigos y el prójimo respectivamente.
Dentro de esta categorización del amor, los griegos hicieron uso de la palabra “phileoteknos” que aún cuando es muy poco conocida, define una forma especial de amar: El amor materno.
El amor materno es un sentimiento que envuelve aspectos tan variados que hacen que el término “phileoteknos”, pase de ser una expresión corta a una palabra llena de múltiples y profundos significados que tratan de envolver los posibles vínculos del amor que una madre prodiga a sus hijos; definiciones que van desde traducciones como “cubrir las necesidades”, “comenzar una tierna relación”, “abrazarlos con amor” o la que es quizá la traducción más significativa, la de “hacer de cada uno de sus hijos el preferido”; esta última como una alusión de que se debe individualizar la relación con cada hijo.
Y es precisamente en esta connotación que es utilizado el término griego “phileoteknos” en las páginas del Nuevo Testamento en la Biblia, haciendo notar que cada uno de los hijos debe ser visto como un individuo creado así directamente por las manos de Dios, como un ser único y en consecuencia deben ser tratados de esa manera.
Este requerimiento moral de “individualizar a los hijos” y tratarlos de acuerdo a esa “especificidad de individualidad” que cada ser humano amerita y que hace de los humanos seres especiales, es una condición que solamente una madre puede entender y hacer realidad plenamente, pues es en el amor que ellas prodigan que se refleja el amor de Dios.
La comprensión de esta forma especial de amar y las características propias de las madres, hacen que no se pueda hablar de ellas sin vincularlas directamente con el amor de Dios.
Aún cuando es obvio y no hay espacio para dudar que en cada familia los hijos siempre son una bendición.
Nos quedamos cortos si no mencionamos que el tener una madre que prodiga amor de la manera antes descrita, hace de ellas un verdadero regalo de Dios para su familia. Para ellas que se han convertido en “las Manos y el Corazón de Dios en la Tierra”, para todas las madres que son una bendición en sus hogares: Un feliz día de las madres y una vida llena de bendiciones.
*Colaborador de El Diario de Hoy