El Diario de Hoy recién ha cumplido 80 años de existencia, resistiendo épocas de hostilidades, censuras, boicots estatales publicitarios, persecución judicial y extrajudicial y, en la modernidad, ciberataques de la peor calaña.
Por mi parte, a lo largo de más de tres décadas he visto cómo este periódico ha enfrentado la hostilidad de la exguerrilla y del régimen cívico militar de los 80, que incluso llamó infructuosamente a la población a ejercer un boicot contra el periódico. He visto toda clase de patrañas para callar a este medio, desde marchas incendiarias hasta amenazas de diversos tipos y recursos tan sutiles como instrumentalizar jueces o funcionarios de quinta.
Recuerdo que cuando llegué como corrector de pruebas, el Diario acababa de estrenar el primer sistema computadorizado para la edición de periódicos en Centroamérica: el Hendrix, una computadora madre del tamaño de un gran refrigerador y varias terminales, que debían estar en un cuarto a una temperatura de 19 grados.
Había que proteger el sistema frente a los constantes apagones por los atentados de la guerrilla contra la energía eléctrica, por lo cual mi jefe de entonces, José Edgar Sánchez Navarrete, me encargó además proteger el sistema desconectándolo y activar la planta de emergencia para reactivarlo, lo cual se hacía hasta ocho veces al día.
En 1985, cuando paso a la Redacción, veo más de cerca acontecimientos que marcaron al país como la masacre de la Zona Rosa, la decisión de Honduras y El Salvador de irse a La Haya para resolver su diferendo limítrofe, la ola de asesinatos y atentados dinamiteros de la guerra, el terremoto de octubre de 1986…
También veo la modernización constante del periódico con un dispositivo de comunicación que fue la génesis del correo electrónico, del Facebook y Twitter en el país, así como lo que fueron los ancestros de las primeras laptops o computadoras personales, las Radioshack.
En los años siguientes vimos cómo mataron a una serie de columnistas del periódico, le pusieron una bomba en la cabeza a un Fiscal General y asesinaron a la esposa y al hijo de un colega nuestro solo porque otro hijo era oficial del Ejército, hechos por los cuales no hay tribunales internacionales ni jueces españoles que pidan justicia.
Los estados de sitio y toques de queda obligaban a dormir en el periódico de vez en cuando.
También vimos escenas tan horrendas como las de los combates por la ofensiva del 11 de noviembre de 1989 en la Zacamil y la del asesinato de seis jesuitas y sus dos colaboradoras en una casa anexa a la Universidad Centroamericana (UCA) en los días posteriores.
En 1990, en plena Guerra del Golfo, fuimos testigos de cómo el periódico lanza sus primeras infografías precisamente sobre ese acontecimiento. En los años siguientes, el Diario marcaría el liderazgo en estos y otros productos.
En 1991 fue el juicio contra los militares por el asesinato de los jesuitas y se dieron pasos decisivos para la firma de los acuerdos de paz del año siguiente, la cual se recibió con esperanza, pese a que algunos pensaban que la guerra, los odios y resentimientos de clase debían seguir sin cuartel en el campo político como lo han mantenido hasta ahora.
Tras la firma de los acuerdos de paz, el periódico vaticinó una y otra vez que vendría la violencia de posguerra con su ola de secuestros, pero también el auge de las incipientes maras y el incremento de la violencia en buena parte debido a la imposición de una nueva legislación penal que era más proteccionista con los delincuentes y con los menores que cometían delitos.
Se propugnó a través de estas páginas por una ley de adquisiciones y contrataciones que contrarrestara la corrupción, así como por leyes que apuntalaran la transparencia como la Ley de Acceso a la Información Pública, que ahora son una realidad y han fortalecido la lucha contra la impunidad, con la ayuda de entidades cruciales como la Sala de lo Constitucional.
En 1995, El Diario de Hoy se convierte en el primer medio salvadoreño en tener una página en internet y nace www.elsalvador.com, abriendo paso a la verdadera revolución de la tecnología y difusión del pensamiento en el país.
A lo largo de estos años hemos visto de todo: militares caudillistas, falsos mesías, neo-jemeres rojos que pensaban que cuando llegaron al poder estaban creando el mundo, violentos que quieren imponer sus esquemas en el país y hasta pandilleros que aspiran a llegar a la Asamblea.
Que no me vengan a decir que ser pensante y disentir es sinónimo de recalcitrancia, porque solo los que piensan como ellos son “progresistas”. Tener compromisos con la verdad nunca debe ser negociable y, por tanto, el criticar al poder en ningún momento debe ser motivo de vergüenza, como le ocurre a muchos colegas.
Venimos de donde realmente asustan: de ver guerras crueles, injusticias institucionales, los nuevos artilugios de la corrupción, de ver a personajes endiosados y cegados por el poder, de ver los fanatismos enloquecidos del siglo XXI, de ver instituciones sumisas a la indecencia, de ver cómo la indiferencia puede acabar con un país.
Quienes piensan que nos chupamos el dedo y vamos a caer en trampas o en agendas deben recordar que, con virtudes y defectos, pero “no acabamos de nacer”.
*Editor Subjefe de El Diario de Hoy