Estamos por celebrar (¿?) el segundo año de gobierno (¿?) del profesor Salvador Sánchez Cerén y séptimo del FMLN en el Ejecutivo. Y pongo en duda las palabras “celebrar” y “gobierno” porque en este período, más trágico que largo (puesto que 7 años en la vida de una nación son apenas un instante), más que nada que celebrar, tenemos muchísimo que llorar; por ejemplo, el traslado del “gobierno” de manos del Estado a manos de la criminalidad.
En efecto, a pesar del desmesurado e invisible “gasto social”, tan orgullosamente pregonado por los ahora multitudinarios funcionarios públicos, la pobreza no disminuye, sino que aumenta, como aumentan las enfermedades, la falta de medicinas y de instrumental médico, incluso el más sencillo e indispensable; aumenta de manera alarmante la falta de atención en los hospitales y clínicas nacionales, mientras igualmente aumenta el cinismo de las autoridades del ramo al responder a los justos reclamos del gremio médico y de la población.
Aumenta la ignorancia, no solo porque debido a la violencia terrorista disminuye el estudiantado, sino principalmente por la pésima calidad de nuestra educación pública, a todos los niveles, obligando a un gasto adicional a los empleadores debido a que es necesario dotar de conocimientos básicos al personal que necesitan emplear.
Aumenta la falta del servicio de agua, en relación directa al aumento en el cobro por el aire servido en las tuberías de Anda; aumenta el mal estado de las vías de comunicación; aumenta el deterioro del pobrecito Puerto de La Unión y de nuestro aeropuerto internacional, dos obras que, en su momento, nos llenaron de ilusión y orgullo pero que ahora son otro par de cachivaches en nuestro desvencijado país. Y, sin duda, lo que más aumenta es el ofensivo gasto en propaganda y publicidad engañosa; ¿alguna vez será cuantificable?
Y tenemos, por supuesto, el tema de la inseguridad, que si fuésemos mal pensados podríamos asumir que es la “gallinita de los huevos de oro” de este gobierno, ya que gracias a ella se oxigena, dado que le permite pedir más préstamos, aumentar y crear más impuestos para que los paguen los mismos de siempre e inventarse “contribuciones voluntarias” que acabarán con nuestros ahorros y nos matarán de la cólera.
Además, es la excusa perfecta para poder acusar a sus oponentes y críticos de golpistas, polarizadores, malos salvadoreños, desestabilizadores y otras lindezas que copian sin pudor del florido y siempre sorprendente léxico de Nicolás Maduro. Bueno, si le han imitado hasta en el bochornoso desconocimiento del gobierno provisional de Brasil, ¿qué nos extraña, pues?
Pero al acercarnos a este insigne 1 de junio, notamos al menos dos nuevas actitudes en nuestras autoridades: uno, se han puesto las pilas, dando la idea de querer recuperar el gobierno y los territorios que voluntariamente, de buen grado y con grandes muestras de cariño, pusieron en manos de criminales - ahora reconocidos como terroristas - al haber pactado con ellos la famosa tregua, repudiada por la ciudadanía desde el momento mismo en que el periódico digital El Faro la dio a conocer. Y dos, el Profesor Presidente y su gente de confianza visitaron, civilizadamente y sin sus acostumbrados insultos, el local y la Directiva de ANEP.
¿Serán actitudes propiciadas por el 1 de junio o podremos esperar, realmente, que algo comience a cambiar? El tiempo lo dirá.
*Columnista de El Diario de Hoy.