El bombazo de octubre de 1979

En mi anterior artículo omití un hecho muy importante, porque aún no llegaba yo al Diario, pero que recuerdo claramente y es clave citar: la detonación de una bomba frente al portón principal del periódico. 

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21 May 2016

En medio de una racha de caos y anarquía, la noche del domingo 28 de octubre de 1979 la capital salvadoreña fue estremecida por sendos bombazos contra las instalaciones de El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica.

La incipiente guerrilla marxista enfilaba sus cañones contra dos medios de comunicación tradicionales, de la misma manera que sectores vinculados al gobierno militar volarían las torres de las radios YSAX y La Monumental y el periódico La Crónica del Pueblo.

Era una noche fría, zarandeada por los impetuosos vientos de la época, dominada por la música disco de John Travolta, la salsa de Willie Colón y Rubén Blades, la moda de pantalones acampanados a lo Tavares y los peinados revueltos al estilo de Olivia Newton John en las muchachas y hacia atrás a la usanza de los Bee Gees en los jóvenes.

Dos semanas antes, un grupo de militares había dado un golpe de Estado para deponer al entonces presidente, general Carlos Humberto Romero, que se desmoronó así pese a desplegar todas sus fuerzas para sofocar a sangre y fuego el avance de la guerrilla urbana y sus organizaciones sindicales.

La anarquía se disparó desde entonces, con enfrentamientos en Mejicanos, casi en el corazón de la capital, hasta balaceras en el centro de San Salvador y el incendio de buses y edificios vecinos a la Catedral Metropolitana, así como la represión de un desfile bufo de universitarios frente al parque Morazán, según relató Guillermo Ungo tiempo después, porque un teniente de la Policía de Hacienda “se le fue un tiro” y sus demás subalternos siguieron el ejemplo.

Desde varios puntos de la capital se podía ver de noche edificios o autobuses ardiendo, o escuchar en la radio la alarma de la KL o de la Cadena Central para reportar disturbios o incendios varios. 

San Salvador parecía el escenario perfecto para lo que ahora son las películas de zombies o muertos vivientes, con precipitados camiones de bomberos y socorristas, ulular de sirenas, gente corriendo de un lado a otro, delincuentes lanzándose al pillaje y el saqueo en los comercios hasta que el terror dejara todo desierto.

El Estado de Sitio acabó con las noches de “party” con música de Village People, Peaches and Herb, Gloria Gaynor o Earth, Wind and Fire en las discotecas o en las casas de barrios y colonias.

En días posteriores, El Diario de Hoy publicó las declaraciones del dirigente comunista Schafik Handal de que se preparaba un contragolpe, así como la posición el Bloque Popular Revolucionario (BPR) en contra de la junta cívico militar que se había integrado.

El que esto escribe aún no trabajaba en el Diario, sino que llegaría pocos años después, pero recuerda con claridad esa fatídica época en la que la sinrazón se imponía a la libre expresión y difusión del pensamiento contradictoriamente por quienes justificaban su lucha en abrir espacios a la participación ciudadana, pero también por otros que de esa manera creían “defender la democracia”.

¡Qué gran hazaña y victoria de guerra ponerle bombas a los medios que me son desafectos o intentar asesinar a sus directores, como también ocurrió! Hace unos días vi la foto de un manifestante venezolano reprimido, en el suelo, entre lustrosas botas de militares chavistas, y recordé de inmediato las largas y relucientes botas de la Guardia Nacional, la misma que tanto acusan de violaciones a los derechos humanos. Resulta que ahora los socialistas del Siglo XXI en el poder en Latinoamérica reprimen y abusan tan repugnantemente como tanto atribuyeron a los militares en los 70.

La locura llegó a los extremos también en Nicaragua, donde los mismos que hablaban de abrir espacios para la libre expresión y difusión del pensamiento cerraban el diario La Prensa, en un acto inaudito y repudiado entonces en todo el mundo.

Ahora ya no se recurre a bombas, sino a métodos más sutiles como querer apagar por varias horas los sitios web, como se pretendió hacer más recientemente con La Prensa Gráfica y elsalvador.com, de El Diario de Hoy.

En suma, es la misma sinrazón que pretende imponerse por la fuerza y no por el convencimiento y el respeto a la ley. Algo así como “Jalisco nunca pierde, y si pierde, arrebata”.

A lo largo de todos estos años he pensado cómo les gustaría ver cerrados a los medios que les son críticos o verse al frente de ellos difundiendo toda clase de propagandas del “hombre nuevo” y la “sociedad perfecta (¿?)”. Se les olvida que los hombres y sus quimeras o ideologías pasan, pero las instituciones permanecen.

Las instituciones pueden sufrir toda clase de atropellos y represiones, censuras y bombazos, pero trascienden en tiempo y espacio, por designio de la Providencia y por la necesidad de los pueblos de contar con ellas.

La bomba dañó instalaciones, generó temor, puso en peligro a mucha gente, pero no pudo hacer más, como tampoco pudo el boicot ordenado por el gobierno cívico militar años después ni las amenazas ni los procesos judiciales ni los ciberataques posteriores. 

Más de tres décadas después, escribo este recuento de hechos desde la Redacción del mismo periódico que quisieron destruir…

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.