Roger Moore, el tercer actor en representar a James Bond en el cine, murió esta semana a los 89 años , dejando muy gratos recuerdos entre los aficionados al mítico personaje, papel que llevó a la pantalla con mucha elegancia, arrojo y humor, un tanto “riéndose de la fantasía” del personaje que encarnaba.
Para centenares de millones de adolescentes Bond era el ideal de vida: aventuras y peligros que siempre superaba, lindas mujeres prendadas de él, victoria sobre el mal, autos de gran lujo, destinos exóticos...
Moore irrumpió en las pantallas en El Salvador como Simón Templar, el Santo, una serie de un escurridizo aventurero, que se transmitió de 1962 a 1969. Desde entonces entró en las mentes jóvenes y adultos, pero se terminó ganando al público adolescente en la década del 70 con las películas de 007 como “Vive y deja morir”, “La espía que me amó” y “Sólo para tus ojos”.
Sin embargo, el personaje que enfrentaba con fuerza a los violentos era un hombre con una gran sensibilidad por los sufrimientos ajenos, como lo describe una crónica del periodista francés Sébastien Perrot-Minnot para el periódico Prensa Libre de Guatemala. “De adolescente fue testigo de las tragedias acarreadas por la Segunda Guerra Mundial. La miseria, la injusticia, la guerra y la proliferación de las armas lo indignan, y su indignación no puede permanecer sin reacción...”, escribió Perrot-Minnot.
Tras más de cuatro décadas de cine y de televisión, que le valieron una celebridad mundial y prestigiosas distinciones, Sir Roger Moore hubiera podido abandonarse a un tranquilo y cómodo retiro. Pero en lugar de ello, en agosto de 1991, a la edad de 63 años, inició una nueva e intensa etapa de su vida, al volverse Embajador de Buena Voluntad de UNICEF.
Los problemas que lo sensibilizaban eran la explotación de los niños, la falta de vivienda, nutrición, acceso al agua potable y salud, los deportes, la educación y la cultura.
En 1991 Moore visitó a El Salvador para entregar el Premio UNICEF a EL DIARIO DE HOY por sus programas educativos, los mejores --y de allí el premio-- en el Hemisferio. Invariablemente este Diario se ganaba año con año el galardón.
En la foto publicada el 15 de agosto de ese año, un feliz Fabricio Altamirano recibe el Premio de manos de Roger Moore, quien con humor y gentileza escribió sobre la fotografía: “Who is the good looking one?” (“¿Quién es el guapo?”).
“Este primer viaje en 1991 fue una verdadera educación para mí”, declaró posteriormente el actor a Time.
Una aspiración compartida
Impulsar la educación de niños y jóvenes ha sido un permanente esfuerzo en este Diario, desde un programa que se desarrolló en la década de los Sesenta del “Periódico en la Escuela”, indicando a maestros el uso de los diarios como importantes auxiliares pedagógicos, hasta la impresión de “diarios murales” para pegar en las paredes de aulas gráficas excelentemente elaboradas con mapas, explicaciones sobre el cuerpo humano, los planetas, plantas, todo lo que abra ventanas al conocimiento del mundo.
La verdadera educación desarrolla la capacidad de pensar con sensatez, de conocer, de aprender a aprender, considerando que la escuela y la enseñanza superior es una etapa del aprendizaje que se recibe en el trabajo y en la vida.
Un gran periódico como EL DIARIO DE HOY es una permanente escuela que orienta a sus lectores e indirectamente a todos los habitantes.