Luego de presentar el informe “Mafia de los pobres: Pandillas, violencia y extorsión en Centroamérica”, el autor del estudio Ivan Briscoe comparte con El Diario de Hoy algunas reflexiones sobre el fenómeno de las pandillas y las vías de entendimiento de un problema que arrastra la región por más de dos décadas y sin atisbos de soluciones.
¿Qué se destaca de este nuevo estudio sobre el fenómeno de las pandillas en el Triángulo Norte de Centroamérica?
Ha habido muchos estudios anteriores y reconocemos todo el trabajo que se ha hecho, pero una diferencia en esta investigación es que reconocen dos fracasos: el primero es la mano dura, no se puede decir que un fenómeno criminal de esa dimensión en tres países, que ha durado dos décadas, ha sido tratado eficazmente por los Estados en sus estamentos de seguridad.
La población lo ha visto como una salida.
Claro, lo entendemos porque parece que han tenido razones para crearlo, pero en la realidad no han tenido los efectos deseados, y sobre todo desde el punto de vista del sistema carcelario, que en muchos casos ha llegado a ser coartado por las mismas maras después de detenciones masivas.
¿Qué ponderación dan a la tregua que puso en marcha el gobierno de El Salvador?
Ese es el segundo fracaso que reconoce el estudio. La tregua que tuvo lugar en El Salvador entre 2012 y 2014 no generó los frutos; de hecho después de la tregua El Salvador tuvo sus peores tasas de homicidios en el mundo en 2015 y 2016; estos son los dos mayores fracasos, en política de seguridad y pacificación. Esto es la base de nuestro informe y lo que intenta es entenderlo, dado que estas dos opciones no llegan a buenos resultados.
¿Cuáles otras opciones existen a su criterio para mitigar este gran problema de inseguridad ciudadana en la región?
Hay que entender el problema de las maras en toda su complejidad como un problema social, económico y criminal a la vez, eso es un poco en lo que ahondamos en el estudio que hemos publicado.
Usted explicó que las pandillas del Triángulo Norte, a diferencia de las clásicas mafias, el tema de acumulación de capitales no aparece como una característica particular.
Sí, reconozco que ha habido intentos de las diversas administraciones gubernamentales en Centroamérica de tachar a las pandillas como mafias con grandes acumulaciones de capitales, pero las investigaciones posteriores indican lo contrario, o por lo menos hasta donde llegamos en nuestras investigaciones, tanto en Guatemala como en El Salvador los ingresos que reciben se calculan que están por abajo del salario mínimo para los pandilleros; obviamente habrá líderes que tienen mayor acceso a grandes recursos, pero basado en las evidencias que tenemos no existe fuerte acumulación al tipo capos de las maras, pero podrían surgir.
¿Qué diferencias hay en las estructuras pandilleriles de los tres países?
Hay diferencias desde orden social, estructura, de capital y de actividad criminal, por lo tanto, la clave estará en reconocer las diferencias y no tacharlos como lo mismo. Tenemos mucha evidencia, basado en las encuestas que hemos realizado, que la gran mayoría de mareros provienen de las capas pobres y sectores excluidos de la población. Ven en las pandillas no solo fuentes de ingreso, sino también de solidaridad, apoyo e identidad; por eso para atacar bien hay que entender la naturaleza de la bestia.
¿Cuán contradictoria es la religiosidad que impera en las comunidades de apoyo a las pandillas con el mismo fenómeno de violencia que se fermenta en su seno?
Las pandillas reconocen el valor de la religión, no son católicos tradicionales, hay mucha más tendencia a reconocer el evangelismo como vía de conversión como una forma válida de dejar de ser activo en la pandilla; no dejar la mara, pero de calmarse. Entonces las iglesias tienen un papel muy importante de entablar canales de comunicación, no estamos hablando de volver a las negociaciones de la tregua; el próximo paso en la pacificación será dar señales de buena fe y que el gobierno muestre que entiende que hay una base social de las pandillas que es innegable y que las pandillas por su parte reconozcan que hay que bajar los niveles de violencia.
¿El plan de Triángulo Norte de Centroamérica puede ayudar a contrarrestar el problema?
Claro que sí, es una fuente muy importante de ingresos de cooperación que están dedicados al fortalecimiento de las instituciones de justicia, que es una parte clave en el tema; ya hemos visto que la Fiscalía General de la República en El Salvador tendrá un ingreso de $10 millones de dólares adicionales como parte de esos ingresos y hay muchas fuentes de financiamiento para prevención de la violencia y para la Policía. Pero no se puede dirigir solo a seguridad dura, tienen que entenderse como una oportunidad de empezar programas de desarrollo en las comunidades más afectadas para cambiar la situación.