El almirante Jim Stockdale fue un oficial de alto rango de Estados Unidos que estuvo prisionero por ocho años durante la Guerra de Vietnam. Fue torturado más de veinte veces.
Tras su liberación, le preguntaron cómo pudo resistir a todo ese tiempo de cautiverio. “Nunca perdí la fe en el final de la historia. Nunca dudé, no solo de que iba a salir, sino también de que al final lo conseguiría y que convertiría esta experiencia en lo más importante de mi vida”, aseguró. Luego añadió un dato muy importante que dio origen a lo que se conoce como “la paradoja de Stockdale”: los optimistas no sobrevivían.
¿Cómo es esto posible, si, al parecer, Stockdale era uno de ellos? La explicación del almirante fue clara: “los optimistas en Navidad decían que estarían fuera de la cárcel. Llegaba Navidad y pasaba Navidad. Entonces decían que para Pascua estarían fuera. Llegaba Pascua y pasaba Pascua. Así volvía a ser el día de Acción de gracias y Navidad y Pascua otra vez… y se morían porque se les partía el corazón”.
Stockdale era un optimista con los pies en la tierra, consciente de sus limitaciones y, al mismo tiempo, de la necesidad de una visión positiva para hacer frente a las adversidades, mientras que muchos de sus compañeros de prisión vivían engañados por el excesivo optimismo.
Nuestro país está mal. La inseguridad es evidente, la economía no avanza, tenemos una clase política con muchos cínicos y oportunistas, más un sinfín de impuestos y movidas fiscales con las que el Gobierno busca financiar al hambriento e insaciable Estado, a costa del bolsillo de los salvadoreños.
¿No será que en El Salvador somos a veces como los colegas prisioneros de Stockdale, por nuestra alegría y actitud positiva?
No estoy criticando esta virtud que caracteriza a los salvadoreños. El optimismo es algo bueno, pero en su justa medida. El problema no está en ser positivos, sino en caer en el exceso de la ingenuidad. Más que positiva, esta actitud es dañina, pues nos hace vivir engañados, con falsas expectativas de que todo va a estar bien como por arte de magia. Tampoco se trata de caer en su defecto, que es el pesimismo.
El optimismo, en su justo medio, nos debe mover a tomar las riendas del país. Tenemos grandes retos a los que hacer frente y solo los superaremos si primero sabemos dejar de lado las diferencias “ideológicas” de las que se aprovechan los politiqueros y que utilizan astutamente como un narcótico que nos mantiene embotados.
Es tiempo de ser protagonistas de nuestra historia y mostrar como ciudadanía que los dueños de El Salvador somos los salvadoreños y no unos pocos. Y no basta con una buena cultura ciudadana. Quienes tengan el talento, el sentido ético y la capacidad profesional, deberían también animarse a participar en cargos de elección popular, pues también se cambia un país desde la política.
La fórmula de la paradoja de Stockdale se resume en estas palabras: “tu esfuerzo actual no garantizará tu éxito futuro, pero sin él no serás capaz de alcanzarlo. Conserva la fe en que al final prevalecerás independientemente de las dificultades, y al mismo tiempo, haz frente a los hechos más adversos de tu realidad actual, cualquiera que sea”.
Los salvadoreños debemos comenzar a intentarlo. Yo me apunto.
*Periodista.
Investigador en temas de ética
y religión.
jaime.oriani@eldiariodehoy.com