Empecé tarde, lo acepto. Empecé a hacer ejercicio al día siguiente en que realicé que cada vez que comía “comida rápida”, aumentaba una libra. Como un moderno Lord Hanning Speke, inicié la exploración del mundo deportivo -un área totalmente desconocida para mí-, hasta mis 35 años.
Tan pronto salí de bachillerato, me dediqué a estudiar y trabajar. El concepto de “tiempo libre” era una expresión tan desconocida para mí, como lo es la física cuántica para un caníbal de las selvas Borneo. Sumergido como estaba en el binomio trabajo-estudio, el sedentarismo se instaló en mi vida sin preguntar.
La combinación de falta de ejercicio con la necesidad de engullir una hamburguesa a como dieta regular pronto empezó a generar que –habida cuenta que desde hace rato había dejado de crecer verticalmente- mi cuerpo empezó a aumentar de circunferencia, precisamente para darle más espacio a una simpática panza que amenazaba mi horizonte.
Ese fue el punto de inflexión en el que decidí hacer ejercicio. No sabía qué hacer, empecé a analizar qué deporte se adaptaba más a mis habilidades, lo cual fue un tanto difícil, ya que, a fuerza de ser honesto, debo de aceptar que no tenía ninguna habilidad. Hubiese sido igual que me decidiera por hacer esgrima o por incorporarme a un grupo de nado sincronizado: tenía que empezar de cero.
Corté por lo sano y empecé a jugar tenis. El efecto no fue el que esperaba: nadie quería jugar conmigo. Empezó a rodar en mi mente la idea de que era un malísimo jugador. Despechado como estaba por mi primer coqueteo con el deporte, empecé a nadar: al menos la piscina no tiende a pelear con el usuario.
Fue una bonita experiencia iniciar nadando 800 metros libres, que pronto pasaron a ser 1,000, para luego ser superados por los 1,200. Pronto sentí mejoras en mi persona, manejaba mejor el estrés que supone una vida llena de obligaciones personales, profesionales y familiares. Además, el nado brinda una sensación de bienestar similar a recibir una sesión de masaje terapéutico. Cuando nadaba, yo gozaba de una paz propia de un monje tibetano mientras el resto de incautos ciudadanos peleaban por avanzar un metro en el tráfico.
Feliz como estaba con la práctica de la natación, pasé por alto un pequeño detalle: el invierno.
Ya que estoy aprovechando para contar mi vida deportiva, tengo que confesar otra cosa: tiendo a ser necio. Cuando quiero algo, mi empeño por eso que quiero se vuelve un tanto desaforado. A veces, aun lloviendo a cántaros, yo alegremente caminaba a la piscina en traje de baño para practicar mi sesión diaria de natación. La vigilancia tuvo que intervenir, ya que no querían que me convirtiera en una especie de pararrayos con calzoneta Speedo. En ese momento me di cuenta de que para no perder mi impulso de convertirme en un consumado deportista, tendría que buscar un “Plan B”, así fue como descubrí el Spinning.
Incorporarme al Spinning fue maravilloso. La camaradería que se desarrolló en el grupo del mediodía al que me incorporé era simplemente fantástica. La natación era altamente satisfactoria y relajante, pero la camaradería y ambiente del Spinning hacía el momento tan divertido como formar parte del elenco de una película de Woody Allen mientras hacía ejercicio.
El Spinning dio pie a que practicara otros deportes: empecé a correr, a hacer elíptico y gradas, así como a levantar pesas. Todo ello complementado con un grupo de “amigos del gym” que hacen que el momento que dedicas al ejercicio se convierta en “tu momento”. En esa hora que dedicas al ejercicio, platicas desde los pormenores de la política internacional de Evo Morales hasta las razones por la que algunos tigres nacen albinos. Se habla de todo y de nada, pero sales de “tu hora de gym” verdaderamente renovado.
Ahora no puedo vivir sin moverme, “yo el sedentario” dio paso a un “yo en movimiento”. Mi calidad de vida a partir de descubrir el deporte es superior. Es cierto, los problemas siempre existen, pero con la práctica del deporte se maneja mejor el stress provocado por la vida cotidiana y se mantiene lejos al doctor. No dejes de perder la oportunidad que brinda la práctica del deporte para mejorar tu calidad de vida. Si lees mi historia, te darás cuenta que quien quiere puede, date la oportunidad de pasar de ser tu también un “yo el sedentario” a un “yo en movimiento”.
*Abogado, máster en leyes.