Más de una vez

Una segunda o tercera lectura es menos demandante intelectualmente, lo que permite más relajación. Y cuando se está relajado se saborea mejor lo que brinda placer

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08 April 2016

Hace ya varios años vino a El Salvador el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Dio unas conferencias y asistí a una de ellas. Entre muchas cosas interesantes sobre su vida y su obra dijo algo que siempre recuerdo. No fue una frase profunda o una opinión filosófica o política de largo alcance sino simplemente un hábito que siempre ha tenido. Manifestó que él se consideraba más un relector que un lector, pues obtenía más placer de la lectura de un libro ya leído que de uno que leía por primera vez. Me identifiqué inmediatamente con el hábito del famoso escritor porque me sucedía lo mismo.

La lectura es, antes que nada, un placer, una actividad que proporciona deleite. Leemos sobre nuestro campo de trabajo para mantenernos al día y, si nos gusta lo que hacemos, lo hallamos placentero. Pero este tipo de lectura requiere más esfuerzo porque intentamos memorizar lo que leemos para ponerlo luego en práctica. 

A lo que me quiero referir es a la mera afición por leer, a la lectura sin compromiso y sin objetivos prácticos. En lo particular me gusta leer porque me entretiene, me transporta a otros lugares y otras épocas; despierta diferentes emociones y me hace vivir cosas que no he vivido.

Pero, como dije ?o como dijo Vargas Llosa? me gusta más la relectura que la lectura. Hay quienes leen un libro una sola vez y, aunque les haya gustado, no lo vuelven a leer. Dicen que no lo hacen porque ya saben lo que va a pasar, y eso quita la emoción. Hay por supuesto libros que no ameritan ni siquiera una primera lectura, pero hay obras que deben releerse.

Obviamente releo los libros que me han impactado, los que he encontrado más interesantes o placenteros. Algunos los he leído un par de veces, otros casi me los sé de memoria. Si lo analizo creo que hay una razón fundamental. En la primera lectura uno se concentra en la trama e intenta recordar personajes o situaciones. Como no sabemos lo que va a pasar la atención se concentra en eso, en lo que va a pasar. Seguimos ordenadamente la línea de la historia sin prestar mayor atención a otros elementos.

Siempre que releo un libro encuentro detalles que no vi la primera vez, que pasé por alto. Algunas veces son cosas esenciales que me hacen comprender mejor la obra, por ejemplo la cronología de los hechos y la situación en que se dieron. La relectura también me permite apreciar mejor las formas y los elementos artísticos. Como ya no estoy concentrado en la trama o el desenlace puedo advertir con más claridad el estilo narrativo, los recursos literarios y algunas características personales del autor.

Una segunda o tercera lectura es menos demandante intelectualmente, lo que permite más relajación. Y cuando se está relajado se saborea mejor lo que brinda placer.

En mi época escolar ya tenía afición por la lectura pero confieso que los libros que nos obligaban a leer fueron los que no leí. La lectura no se debe forzar, debe ser inducida por medio de la atracción. El hábito se va adquiriendo progresivamente. Todos quisiéramos que nuestros hijos fueran asiduos lectores pues sabemos que es un elemento clave para la formación. Pero también porque, si agarran el hábito, tendrán algo que les dará placer, relajación, y hasta consuelo durante toda su vida. Quizá también descubran el encanto de la relectura. 

*Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy