El flamante director de Centros Penales, como parte del “renovado” equipo de Seguridad que ha puesto en marcha las medidas extraordinarias, propuestas por el Ejecutivo y aprobadas por el Legislativo de manera expresa, anunció en conferencia de prensa los resultados positivos tras diez días del estado de emergencia en siete penales: se decomisaron 494 celulares, 938 chips, un número no indicado de cargadores y más de 5 mil porciones de marihuana; además, como gran logro se realizaron más de mil cien allanamientos en viviendas cercanas a los penales… todo con la intención de “romper el nivel de comunicación” de los mareros.
Más que un logro, el funcionario debería estar avergonzado, apenado, incluso debería de poner a su disposición su cargo, porque públicamente, y en medio de sus jefes, ha reconocido que al menos 494 veces se ha violado la seguridad en los centros penales al haber ingresado ilegalmente cientos de teléfonos celulares.
No sabemos, por qué no hay claridad en el tema, cómo ingresaron los teléfonos, quiénes son los responsables directos para hacer llegar cientos de móviles a los presos, qué es lo que falla y si hay, no solo castigo para los responsables, sino si se han puesto los correctivos para que no vuelva a ocurrir.
Repito, no se trata de uno o dos teléfonos, son cientos de teléfonos que circulan al interior de las cárceles.
No es necesario hacer sesudos análisis para ver que el problema no es la señal de las telefónicas, que también lo es, sino cómo es que ingresan tantos teléfonos celulares al interior de las cárceles. Es todavía más risible que los reos no solo tengan teléfono y señal, sino que puedan recargar los móviles y saldo para hacer sus llamadas telefónicas.
Es más grave aún, y lo reconocen las actuales autoridades, que la dirección de centros penales no controle las cárceles; hubo que decretar emergencia, aprobar medidas extraordinarias, para hacer requisas a fondo, trasladar los reos más peligrosos y los de mediana peligrosidad, a cárceles de mayor seguridad y aplicarles medidas de aislamiento que impida que los cabecillas de las maras, apresados, sigan dando órdenes a sus subordinados que están diseminados por el país y que siguen extorsionando a diestra y siniestra.
Ciertamente el tema de las cárceles, al igual que otros muchos problemas en el país, tienen deficiencias estructurales que crecieron porque nadie quiso enfrentar el problema a fondo, dedicarle pensamiento y recursos para que los centros penales no solamente fueran un lugar para que los criminales “pagaran sus deudas”, sino para que reorientaran sus vidas y se convirtieran de nuevos en hombres de bien y de trabajo.
Se trata de cárceles convertidas en “escuelas del crimen”, donde además están saturadas de reos, mal endémico no solo en El Salvador sino en casi toda América Latina; por si fuera poco, una tercera parte de los casi treinta mil reos se encuentran en el limbo jurídico: al menos unos 9 mil reos están procesados, otros 24 mil ya tienen condena.
Y como todas las cosas tienen relación, al menos 11 mil reos están vinculados con los homicidios, otros 6 mil con las extorsiones y casi 4 mil con el robo; cifras que reflejan lo que está sucediendo fuera de los penales, homicidios, extorsiones y robos.
Los jóvenes son los que más pueblan las cárceles, lo mismo ocurre en todo el país, la mayoría son jóvenes; en las cárceles hay al menos unos 23 mil reos entre los 18 y 35 años, la mayoría son analfabetas, con estudios de primaria o secundaria.
El tema de las cárceles, como es también la cuestión de la seguridad en el país, requiere de medidas de mediano y largo plazo, amplia coordinación entre las diversas instancias del Estado, así como un involucramiento de la sociedad en su conjunto, claro sin perder de vista que el gobierno lleva la batuta; pero esto, dicho en general, requiere de decisiones de fondo que suponen llamar a las cosas por su nombre, identificar los problemas y enfrentarlos con decisión sin esperar “medallas” de ningún tipo.
Dar la sensación que se está dando la lucha, que se hace el mejor esfuerzo es importante, pero no basta ni es suficiente, es necesario ser eficiente y competente, y en el caso de los penales se muestra claramente ineficiente en cuestiones elementales como evitar el ingreso de teléfonos.
¿Qué podremos esperar de cuestiones más cruciales si no se puede evitar que los reos tengan teléfonos?, sobre todo, cuando los crímenes, las extorsiones y los robos están a la orden del día.
Esta semana los ciudadanos no salen del asombro ante el asesinato de una mujer y sus dos hijas al interior de su casa… antier, el asesinato de cuatro jornales en el occidente del país… y hace unas semanas, la muerte violenta de once trabajadores en Opico. ¿Entonces?
*Editor Jefe de El Diario de Hoy.
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