¡Hogar, dulce hogar! Todos estamos familiarizados con esta frase. En el hogar, la familia se desarrolla y convive. En el hogar se inculcan los valores. Es un espacio que nos da protección y seguridad y que, además, abona a nuestro crecimiento personal y espiritual.
Todos los ciudadanos tenemos derecho a una vivienda digna en la que podamos construir ese hogar, pero en El Salvador este derecho es inaccesible para una parte significativa de nuestros conciudadanos. Medio millón de familias en El Salvador habitan en condiciones inaceptables (BID 2012). Esto significa que cerca de dos millones de personas viven en mesones, tugurios o lotificaciones clandestinas (ilegales), con tres o más de estas carencias: agua potable, piso, techo, energía eléctrica o saneamiento básico. Niños, mujeres y adultos mayores son los principales afectados. Esto a pesar que la vivienda digna es un derecho plasmado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en otros convenios internacionales, así como en nuestra Constitución (Art. 119), cuya referencia responde desgraciadamente a una época decimonónica.
La falta de una vivienda digna no es solo una manifestación de pobreza, es también una manifestación de incapacidad por parte del Estado, cuando no de desprecio hacia nuestros conciudadanos. Propiciar el acceso de los hogares más vulnerables y excluidos a una vivienda digna y a comunidades aptas y equipadas para la convivencia social y cultural, constituye una forma efectiva de prevención de la violencia, de enfermedades y epidemias. Comunidades fortalecidas de esta manera tienen una mayor cohesión social y familias más estructuradas y, por ende, entornos más seguros y mejor integrados a las ciudades.
El problema de la vivienda sólo llega a la opinión pública cuando una población está amenazada de expulsión. Este fue el caso de las comunidades Rutilio Grande y El Espino, por las que la Sala Constitucional ordenó la suspensión de sus desalojos. Pero más preocupante que un desalojo son las condiciones indignas en las que esos ciudadanos han vivido en esos lugares, algunos por más de treinta años, ante la indiferencia cuando no la marginación de la sociedad.
Estamos sobrepasados por la violencia a tal grado, que ésta oculta otros problemas aún más graves y que constituyen otra forma de violencia de larga data en el ámbito familiar, como es la infravivienda. A este triste récord se une ahora los “desplazados internos”. Forzados por la violencia, miles de familias están abandonando sus viviendas para salvar sus vidas. Cuando recogen sus pocas pertenencias, se llevan con ellas su desesperanza e incertidumbre.
En El Salvador se han visto algunos avances modestos en el campo de la vivienda digna, pero están lejos de ser acciones propias de una política eficaz para revertir esta injusta situación. El país cuenta con un marco normativo e institucional que no termina de responder de manera integral al desafío de una vivienda digna para todos. Existe una Política Nacional de Vivienda y Hábitat de El Salvador y un Anteproyecto de Ley de Vivienda de Interés Social, esta última aún pendiente de aprobación por la Asamblea Legislativa, que no pareciera considerarlo un tema prioritario.
En El Salvador existen buenas prácticas y resultados de intervenciones integrales en el mejoramiento barrial que habría que replicar. Estas intervenciones tienen un componente participativo muy importante y de mejora de los servicios básicos y espacios públicos, en los que las comunidades “no son objetos de actuación, sino sujetos del cambio”. Se aplican métodos de construcción innovadores y adecuados, además de buscar la convivencia e integración de estas comunidades con el resto de la ciudad.
El grave problema habitacional de las viviendas indignas, exacerbado por los desplazamientos forzados, es uno de los desafíos centrales a resolver para aspirar a un país más justo y solidario. Estamos obligados a enfrentarlo de manera urgente e inaplazable, si de verdad queremos solucionar de forma definitiva e inteligente el problema de la desbocada violencia que nos aflige.
*Columnista de El Diario de Hoy.
@cavalosb