Messi en el paraíso

Si no nos gusta que los contribuyentes huyan a un paraíso fiscal, la mejor forma de evitarlo es que no nos convirtamos en un infierno fiscal

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10 April 2016

Leo Messi, la superestrella del fútbol, lo “cacharon” en el “Paraíso”; no ese paraíso en el que habitaba el primer hombre de acuerdo a la teología cristiana, sino en un paraíso fiscal. Muchos tenemos una idea aproximada que en “algún lado” existían “paraísos fiscales”, pero ahora gracias a los “Panamá Papers”, todos hemos oído hablar de ellos. Cuando pensamos en “paraíso fiscal”, nos valemos de informaciones estereotípicas que van desde el sonriente hombre de negocios que acarrea un maletín lleno de papelitos verdes, hasta jets privados que aterrizan junto a playas interminables con palmeras a punto de tocar aguas cristalinas.

El problema es que cuando hablamos de “Paraísos fiscales” empezamos por un error de traducción: “Tax Haven” significa “refugio fiscal”, no “paraíso” (heaven). Es una diferencia semántica muy importante. No es lo mismo un “refugio” (consecuencia de un ataque confiscatorio) que un “paraíso”. Es importante, porque ese error de traducción ocurre, no por casualidad tampoco, en los países donde triunfan las políticas más intervencionistas. Los activos de los bancos en refugios fiscales han aumentado aproximadamente en diez trillones de dólares desde el año 2001. Según la Universidad de Harvard, el aumento de esos activos viene casi siempre después de incrementos de la presión fiscal con unos doce meses de diferencia. Es decir, el movimiento de capitales es una tendencia lógica cuando esos capitales perciben que viven un “infierno”, un infierno de naturaleza fiscal, percepción que usualmente se da tras las subidas de impuestos al capital, a los bienes, al consumo o a las utilidades. 

Otro mito es que todo dinero que escapa de un “Infierno Fiscal” es un dinero ilegal. Según Tax Justice, los cincuenta mayores bancos gestionan 12,1 trillones de dólares en activos offshore. Esos datos son conocidos respecto a operaciones que son legales, inversiones y cuentas de corporaciones. La enorme mayoría corresponde a empresas que tienen acuerdos comerciales multinacionales y que consiguen dos propósitos: Uno es crecer y desarrollar sus actividades en el mundo sin caer en doble imposición, lo cual genera muchos más beneficios sociales, empleo y riqueza que un artificial y siempre contraproducente control de capitales. Y en segundo término, logra salvaguardar fondos de las garras tributarias de países sedientos de transfusiones de capital fresco, usualmente debido a lo obeso de sus presupuestos estatales. Dos ejemplos modernos que confirman la urgente necesidad de escapar de infiernos fiscales: Venezuela y Argentina. 

Ahora la opinión pública se encuentra ante una morbosa historia de empresarios calificados de “evasores” simplemente por tener una empresa en Panamá, como si su misma constitución fuese un delito, cuando se trata de un acto que desde la perspectiva legal, comercial o financiera, es enteramente legítimo, al encontrarse dentro del marco de la ley, tanto en relación a la ley salvadoreña, como respecto a la de los países o territorios en donde se encuentran ubicadas tales inversiones. De paso, aprovecho para aclarar que Panamá, desde hace mucho tiempo, dejó de ser un “paraíso fiscal”, al haber firmado los acuerdos de información tributaria que impone la GAFI y la OCDE, para ser borrado de la lista negra y gris que los clasifica. Eso sí, a partir de las revelaciones de los “Panamá Papers”, tanto la Fiscalía General de la República como la Dirección General de impuestos Internos, tienen una oportunidad única para investigar el origen de algunas fortunas que aparecen de la noche a la mañana respecto a personas, muchas veces cercanas a funcionarios públicos, con un nulo historial empresarial, pero que ahora son los dichosos propietarios de para nada despreciables fortunas, prácticamente creadas por arte de magia. 

Aplaudo la serena reacción tomada tanto por el Superintendente del Sistema Financiero como por el Fiscal General de la República, quienes evitaron “saltar a conclusiones” sobre la información ahora puesta en manos públicas, habiendo decidido hacer una investigación técnica sobre las mismas para determinar si existen o no delitos. Esas investigaciones seguramente arrojaran información relevante, determinando que muchas de las personas mencionadas se trata de empresarios que habiendo pagado impuestos, decidieron legítimamente sacar sus excedentes a países o regiones que brindan protección en términos de resguardo de capital; eso sí, seguramente encontrarán aquí o allá, a algunos nuevos ricos y empresarios “instantáneos” mencionados en los “Panamá Papers”, cuyas importantes fortunas deberán ser explicadas. 

La moraleja del asunto es que Messi en el Paraíso nos enseña que si no nos gusta que los contribuyentes huyan a un paraíso fiscal, la mejor forma de evitarlo es que no nos convirtamos en un infierno fiscal, y bueno, no es por nada, pero en El Salvador yo siento que ya hace suficiente calor. 

*Abogado, máster en leyes.