La salida de Dilma

Ni Lula, que tenía un aura especial entre la clase política y un  amplio segmento poblacional, pudo detener la estampida de  congresistas en dirección a aprobar el juicio político de su sucesora y protegida.

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18 April 2016

La renuncia de Dilma Rousseff, editorializó semanas atrás la revista británica “The Economist”, era lo más conveniente para  empezar a paliar la crisis política, económica y social que sufre Brasil. Estuve de acuerdo con esa posición, aun mientras tenía  posibilidad real la Sra. Rousseff de mantenerse en el poder. Una  cadena de errores ante las concretas evidencias de corrupción en  Petrobras culminó el pasado domingo con la aparatosa derrota para Dilma, Lula y el PT, en el Congreso de los diputados.
  
Dos oleadas de protestas ha habido en Brasil durante el  mandato de la Sra. Rousseff. La primera, cuando  salió a luz el escándalo del “mensalao” (sobrepago mensual), esto es la forma más  primitiva de compra de voluntades –tan común en nuestra América  latina bajo gobiernos populistas—de dar por parte del Estado dádivas mensuales para obtener apoyo; y la segunda, tras el  gigantesco escándalo de Petrobras. 133 arrestos, 16 compañías  involucradas, incluidas las más grandes constructoras de Brasil, han salido hasta el momento en la operación  “Lava jato”.
 
Brasil, que hace tan pocos años encabezaba la figura de los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—como economías  emergentes; gigante sudamericano, país de contrastes, creyó como  varios otros países haber encontrado “El Dorado” con el ‘boom de  los commodities’. Caídos los precios de estos bienes transables,  entró el país en una profunda recesión. Teniendo Brasil independencia de poderes --destaco la independencia de su órgano judicial-- la fórmula recesión más corrupción se volvió letal para el  atribulado gobierno del PT. Mención especial merece el juez Moro.
  
Ni Lula, que tenía un aura especial entre la clase política y un  amplio segmento poblacional, pudo detener la estampida de  congresistas en dirección a aprobar el juicio político de su sucesora  y protegida. Los observadores estiman que en el Senado será más  fácil encontrar los votos necesarios para el juicio político —“impeachment”— de la presidenta. Y si vota el Senado como se prevé, la presidenta tendría que dejar su puesto por seis meses  mientras se le juzga; asumiría el vicepresidente la conducción del  gobierno para afrontar la descomunal crisis.
  
En un conversatorio en 2012 en Sao Paulo entre los expresidentes Fernando Henrique Cardoso de Brasil, y Alan García de  Perú --en el marco de una Asamblea General de la SIP--, dijo el  segundo (que lo hizo muy mal durante su primer gobierno y se  reivindicó en el segundo), que ojalá siguiera creciendo Brasil,  porque impulsaría al resto de países sudamericanos. Lo dijo el dos  veces presidente de un país que ha venido teniendo  impresionantes índices de crecimiento económico de manera  sostenida. Macri, como presidente electo, fue a Brasil en su primer viaje, ya que Brasil es el principal socio comercial de Argentina.
  
Brasil es un país en profunda recesión con la posibilidad de  regresar hacia la pobreza a millones de brasileños; divididos  políticamente, es cierto como advirtió Lula hace unos meses que el  PT se encuentra en “el fondo del pozo”, pero en segmentos  populares Lula fue quien les mejoró sus vidas. Nadie acusa a la  presidenta de haberse embolsado un cinco. El esquema de gran corrupción que muestra “Lava jato”, empero, le impacta.  

“Incertidumbre”, me respondió uno de los académicos que  vinieron la semana anterior al Foro de análisis político de Fusades, a  mi pregunta de qué cree que viene para Brasil durante los próximos  meses. Sé que esa nación puede más y merece más, les deseo lo  mejor. La suerte parecería estar echada para Dilma.
 

*Director Editorial de 
El Diario de Hoy.