Ni adultos ni niños

El del adolescente no es un cerebro de niño envejecido o un cerebro adulto a medio cocinar, es algo diferente

descripción de la imagen

Por

22 April 2016

Todos sabemos que los adolescentes tienen la tendencia a ser impulsivos, a tener cambios temperamentales bruscos y a ser más propensos a tomar riesgos que pueden llevar a conductas peligrosas, incluso extremas como delincuencia y violencia. Pero, a diferencia de los adultos, cuyas decisiones, buenas y malas, son más meditadas, calculadas y frías; los adolescentes actúan más por impulso y por presión de grupo.

La ciencia ha tratado de encontrar una explicación para esto. Se han propuesto teorías psicológicas que van desde las psicoanalíticas hasta las que lo relacionan con el aprendizaje. Aunque arrojan ciertas luces ninguna ha encontrado una razón completamente satisfactoria.

Es hasta ahora que los científicos que estudian el cerebro y los cambios que ocurren en su desarrollo es que se comienza a comprender con más detalle este fenómeno. El cerebro del adolescente es una entidad única, diferente al de un niño y al de un adulto. Como dice Jay N. Giedd, jefe de psiquiatría infantil y de adolescentes en la Universidad de California en San Diego y profesor de la Universidad Johns Hopkins, el del adolescente no es un cerebro de niño envejecido o un cerebro adulto a medio cocinar (The Amazing Teen Brain, Scientific American, Junio 2015), es algo diferente.

El cerebro del adolescente tiene características especiales, que explican el comportamiento singular que se da en esta fase de la vida. En la pubertad, que marca el inicio de la adolescencia (10-12 años) comienzan a aparecer cambios en cierta estructura del cerebro llamado Sistema Límbico. Fuertemente influenciado por las hormonas esta estructura madura… y produce sus efectos. El Sistema Límbico se relaciona con las emociones y con los impulsos. Esta maduración tiene un lado positivo y otro potencialmente negativo. Por una parte permite que el adolescente se adapte a los cambios que surgen del ambiente, se haga más independiente de su familia y busque relacionarse con otros adolescentes (fenómenos evolutivos necesarios). Por otro lo hace más proclive a conductas de riesgo, a ser más susceptible a la presión de sus iguales y a las consecuencias que pueden ocurrir.

Los adultos obviamente tienen también maduro el Sistema Límbico, pero éste se ve contrarrestado o limitado por otra estructura cerebral, la Corteza Prefrontal, que se encarga de la planificación, la medición de las consecuencias, y de un pensamiento más elaborado y juicioso. La situación, corroborada por experimentos en base a imágenes de Resonancia Magnética Nuclear (con la que se puede observar el funcionamiento y desarrollo cerebral), es que la maduración de esta estructura se da entre los 20 y los 30 años. Existe, pues, en el adolescente una especie de desajuste entre la maduración del Sistema Límbico y la falta de maduración de la Corteza Prefrontal. Si a esto agregamos que alrededor del mundo se está viendo que la pubertad está ocurriendo a edades más tempranas el espacio de este desajuste se prolonga.

Pero, aparte de tener una más clara comprensión de las conductas adolescentes, ¿qué elementos prácticos podemos encontrar de estos hallazgos científicos? Los hallazgos pueden tener importancia para las políticas educativas, para las leyes y para los sistemas correccionales.

Un elemento práctico es que las intervenciones en poblaciones vulnerables deben hacerse tempranamente, idealmente a partir de los 12 años o antes. La exposición a experiencias positivas, la fijación de límites son importantes para la población general de adolescentes, y la identificación e intervención individual especializada para los que presentan ya signos antisociales. La edad es crucial. 

*Médico psiquiatra
y columnista de El Diario de Hoy