E
l Gobierno está recibiendo, con gran costo para la sociedad salvadoreña, una de las lecciones más elementales de las finanzas. La lección le ha llegado a través de tres golpes que la realidad les ha propinado. Hace un par de semanas recibió el primero de estos golpes cuando quiso vender $100 millones de Letes (deuda de menos de un año) y sólo logró colocar $1 millón. Un préstamo "puente" que el Gobierno también quiso obtener (un préstamo que le financiara hasta que se pudieron emitir los $550 millones de bonos de largo plazo que la Asamblea les aprobó) también fue rechazado. La lección se remachó hace unos días, cuando tuvo que retirar otra oferta, esta vez de vender $55 millones de Letes porque nadie quería comprarla.
Estos eventos parecen estar desatando gran desconcierto en el Gobierno y el FMLN. No van con su idea de lo que es el mundo, que aparentemente ellos conciben como un lugar en el que todos obedecen a lo que dice el comandante. El comandante dijo ¡Vendan! Y nadie quiso comprar.
Por prudencia, para que no hagan una locura que vuelva todo peor, es necesario explicarles que esto no es el resultado de un golpe de estado fiscal, sino de una cadena de eventos que lógicamente ha llevado a un desenlace. Uno no puede esperar que alguien lo financie a uno si, como han hecho los gobiernos del FMLN:
1. Gasta muy por encima de sus ingresos por un largo tiempo y no sólo rehúsa rebajar sus gastos sino que los aumenta continuamente.
2. Demuestra repetidamente con sus acciones que el pago de sus deudas tiene una prioridad bajísima frente a cualquier oportunidad de gasto (¿Recuerdan, por ejemplo, los subsidios a los ninis y ahora el reparto de preservativos gratis en las calles?).
3. Demuestra también repetidamente que no sólo las deudas sino también otras obligaciones (como los escalafones de salud y la obligación de mantener bien abastecidas a las escuelas y las unidades de salud y los hospitales) tienen una prioridad bajísima frente a gastos puramente políticos como contratar activistas en el Gobierno.
4. Trata de expropiar los ahorros de los presentes y futuros pensionados, con lo que adquiriría una deuda enorme que los futuros gobiernos tendrían que pagar con impuestos cobrados a la población.
5. Dice repetidamente, sin ningún empacho, que no tiene dinero para pagar las pensiones, que son una deuda del Gobierno a sus propios ciudadanos que está protegida por la Constitución.
6. Presenta a la Asamblea un presupuesto que es descaradamente mentiroso, se rehúsa a corregirlo aunque reconoce que es mentiroso, y pretende que se le apruebe así, aunque hacerlo es inconstitucional, evidenciando así que es un Gobierno que trabaja sobre la mentira.
7. Creyendo que así va a conseguir más dinero, hace una gran alharaca de que no puede pagar sus deudas.
¿Quién le va a querer prestar dinero a alguien que demuestra que no le importa no pagar sus deudas, que quiere quitarles sus pensiones a los ciudadanos, que hace sus planes financieros sobre mentiras, y que grita a todos los vientos que no puede pagar sus deudas? Todo esto muestra a la administración actual como un gobierno rapazmente irresponsable que así como presiona ahora para que le presten dinero dirá luego, cuando llegue el momento de pagarlo, que no puede y qué.
El Gobierno parece creer que el sistema financiero tiene la obligación de financiarlo. Nada está más lejos de la realidad. La obligación de este sistema es con sus ahorrantes. Los dineros que prestan para financiar al Gobierno (igual que para todos los financiamientos) representan ahorros de otras personas que han confiado en que los bancos los invertirán prudentemente. Sería inmoral para los bancos responder a llamadas populistas de un Gobierno que no dará un cinco para pagar las deudas que ahora quiere adquirir. El Gobierno quiere vender un agua que él mismo se ha encargado de ensuciar.
Todo esto, sin embargo, no significa que el problema sea irresoluble. Personas competentes pueden arreglar la situación sin mayor escándalo. Mire la gráfica adjunta, que muestra la deuda del Gobierno de El Salvador como porcentaje del PIB.
La gráfica muestra la trayectoria de 1991 a 2015 de tres niveles de deuda: la del Gobierno central, que incluye los tres poderes del estado, que funcionan fondeados principalmente por impuestos; luego el sector público no financiero, que es ese mismo gobierno más las instituciones autónomas como la CEPA, la CEL, etc., que se fondean vendiendo servicios; y el gobierno total, que incluye estos niveles más el sector financiero estatal. Note usted que la trayectoria de la deuda ha sido igual para los tres niveles del estado: todas estas deudas forman una U. La deuda como porcentaje del PIB para los tres niveles comenzó alta en 1991, bajó a la mitad hacia fines de los noventas; y luego subió, especialmente a partir de 2009, cuando el FMLN tomó el poder. Ahora estamos casi igual que estábamos al terminar la guerra.
Esta gráfica demuestra que el problema de la deuda se puede resolver si se maneja competentemente. Igual que en los noventas, se puede reducir como porcentaje del PIB sin ningún trauma. El problema no es el fisco. El problema es la irresponsabilidad del FMLN, que nos ha retrocedido 25 años, gastando a los descosido, y dejándonos a todos preguntándonos, ¿a dónde se ha ido ese dinero que han gastado?