Vívida tengo la memoria de una gringa, con mucha pechonalidad, luciendo una camiseta roja, estampada con una bicicleta de lentejuelas y, en inglés, la frase “pon diversión entre tus piernas”. ¡Sí que se alborotaban las hormonas de este cipote!
En aquel entonces, aún no había descubierto el placer del ciclismo, ¡qué equivocados estaban mis malos pensamientos!
La felicidad no se puede comprar pero, para ser feliz, sí se puede comprar una bicicleta. El martes pasado, en gratitud por semejante felicidad, millones de ciclistas celebramos el Día Mundial de la Bicicleta, rindiendo homenaje a las dos ruedas de maravilla, ecología y economía.
El 19 de abril de 1985, un profesor de la Universidad de Illinois, decide rendirle homenaje al suizo Albert Hoffman, consumiendo un papelito de los que inventó.
Resulta que el papelito era, nada más ni nada menos que LSD (Lucy in the Sky with Diamonds, cantan los Beatles), transportando al profe a un trip tan alucinógeno sobre su Giant, que declaró tal experiencia Día de la Bicicleta.
Año con año, desde hace 31, el homenaje a la verdadera diversión entre las piernas ha subido volumen en su promoción del uso de la bicicleta, los derechos del ciclista, y los beneficios para la salud, cuando nos movilizarnos con ímpetu y respeto por el medio ambiente.
Cada pedaleada que da un ciclista es una bocanada de aire puro en vez del nubarrón de C02. Es un movimiento, hacia adelante, con libertad, en vez de estar preso en una trabazón.
Adicto a “mi niña” desde 1990, con el permiso del ahuachapaneco Alfredo Espino, cada vez que desciendo la Cordillera del Bálsamo, recito mi versión de su bello poema:
¿Quién tuviera dos ruedas para el vuelo?
Ahora las tuve bajando chipusteado la cumbre.
Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
Que si no fuera el mar ¡Bien sería otro cielo!
No contamos con los niveles de bikeaholics de Copenhaguen, Ámsterdam, Sevilla, Bogotá y Santiago pero, afortunadamente, somos miles los espíritus libres cuscatlecos, que en bici de ruta, panadero, triatlón y montaña, alucinamos, sin necesidad de rendirle tributo al científico Hoffman.
Por favor, un minuto de casco fuera, ante el Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada (Cesta), cuyos entusiastas amigos de la tierra, honraron el Día de la Bicicleta 2016, firmando un acuerdo con Gerson, para que la ampliación a 4 carriles, entre Zaragoza y el puerto, incluya un carril independiente para bicicletas.
El ministro que sí trabaja (gracias Gerson por los redondeles), agarró pita, y por supuesto que sí. Es más, el circuito completo medirá 35 km: Jerusalén- Holguín-Merliot-Nuevo Cuscatlán-La Libertad.
Si usted quiere merecerse lo que se trague en el puerto, se va a tener que unir a pedaleando por un sopón. Si Gerson no se quiere caer de nuestra bici, se va a esforzar para completar el circuito, y así su nombre dejar grabado en la placa de inauguración.
Bajar al puerto chiche, pero ¿subir?
No será problema para el hervidero de pelotones en constante entrenamiento. Pelotones como: Los Cardenales, Ciclistas Urbanos, La Escuelita, Pro Bikes, La niña Yoly y El BMA, cuyos integrantes padecemos de adicción colectiva a las endorfinas.
De nuevo casco fuera para felicitar a los cientos de Ciclistas Urbanos. Sigan recorriendo San Chamba todos los jueves a las 8:00 p.m.
Como no es cierto que el alcalde tiene la capital 100 % iluminada, toca comprar un chaleco reflectivo, y un combo de luz trasera y delantera. No importa; un par de horitas de emoción y libertad, no tienen precio. Para todo lo demás hay MasterCard.
¿Total libertad? Ummmm. No comulgo con las rodadas en pelota, que vemos en nuestro Feis. No tanto por lo moral, sino porque, ¡Ayyyyy, qué dolor!
Bueno, como estamos contentos, cerremos este homenaje a la bicicleta cantando Queen: Como dicen en Open English, repeat after me: I want to ride my bicycle, I want to ride my bike.
* Columnista de El Diario de Hoy
calinalfaro@gmail.com